martes, 14 de septiembre de 2010

La carcel


Tenía la mente clara. En su vida había necesitado responder a los escasos interrogatorios de su mente. El humo lentamente recorría su cuerpo desde su mano. Levanto esta hasta sus labios y aspiró una gran cantidad de nicotina. Sentado en un rincón oscuro, recordando. Nunca había cometido un error. Nunca en su vida se encontró bajo presión alguna. Todo para el era una simple realidad. Abrió sus ojos y miró a su alrededor. -Negro, todo es oscuro.- pensó. Decidió encender la luz del cuarto. Se levantó lentamente de su cama y caminó hacía el interruptor. Una tenue luz lo rodeó. “No importa cuantas veces apague o prenda esta luz, siempre voy a estar acá.” murmuró para si mismo y se sentó en el helado suelo de su celda. Exhaló el humo de sus pulmones y agarró su libreta. En esta escribió.
Noviembre 16 1993
Una ves mas me he visto dentro de esta húmeda celda. Mi vecino se halla dormido en este momento. Eso es algo bueno ya que he me visto obligado a prender la luz para poder escribir. Son las 12:00 pm, todo esta muy callado, lo único que puedo escuchar a la lejanía es el silencio. Estoy fumando otra vez, así lo hubiera dejado antes de llegar. Me siento un poco impaciente. Al acercarme a las rejas de esta putrefacta cárcel no percibo nada, nadie esta despierto a excepción mía.
Poco a poco su cigarro se consumía y las cenizas empezaban a descender de este. Golpeó suavemente su cigarrillo con sus dedos liberando ese polvo gris a su libre albedrío. Observó como estas se dispersaban lentamente por el espacio.
Ojalá pudiera ser ceniza para volar en el viento. Ojalá pudiera viajar por los cielos para ser libre. Ojalá la vida me permitiera elevarme mas allá de las nubes. Ojalá estas nubes no te taparán de mi vista. Ojalá pudiera descender lentamente de nuevo a tu lado. Para que tu seas mi cárcel y yo no pudiera ser mas que tu prisionero. Ojalá pudiera revivir ese viejo amor.
Terminó de escribir esto y acercó el cigarrillo de punta flamante al papel. Leyó el fragmento de poesía que acababa de crear. “¿Pero que amor?” se preguntó y arrugó el papel en sus manos. Lo observó durante unos segundos y luego lo arrojó al otro rincón de su habitación. No se preocupó por pensarle respuesta a esta pregunta. En su mente era totalmente clara.
¿Cuantos días han pasado desde que hablé con Leon? Llevo esperando semanas y no he recibido ningún informe. Esto es inaceptable, si demora mas de 2 semanas a partir de la fecha nuestro trato queda cancelado y obtaré a usar medidas extremas.
Volteo la hoja y dibujo un numero uno por toda la pagina.
Cerró su cuaderno y se encaminó a dormir. Esta noche no pensaba pasarla en vela, el día podría llegar en cualquier momento, sin siquiera ser avisado. Fue hasta el interruptor de la luz y volteó este, estando en total oscuridad grito. “¡Uno!” el eco resonaba por todas las celdas, quizá algunos se despertarían por el escándalo, y tal vez les disgustaría ser interrumpido. Al fin de cuentas a el no le importaba. Chupó la ultima bocanada de su pequeño cilindró blanco y lo arrojó por las rejas de su celda. Se acostó en su cama, se puso cómodo y luego escupió el humo de su cuerpo una ves mas, una ves mas.
Una ves mas era de día, no era el día pero poco a poco parecía aproximarse. La luz del sol en su cara no le despertó de su sueño, ni lo hicieron los gruñidos de los demás prisioneros. Un corpulento guardia con su bolillo golpeaba las celdas generando un agudo sonido capaz de despertar a un muerto. Esto fue lo que interrumpió su sueño, eso o tal vez el olor a sudor que el guardia impregnó en la celda. Primero se sentó en su cama. Sus manos tapando sus ojos y conteniendo su ira. “¡Despierta holgazán!”
“Bastardo” respondió instantáneamente. Y el guardia volteó con sus ojos llenos de ira. “¿Que dijiste pequeña rata?” preguntó. “No me escuchaste?” fue una respuesta rápida y sin arrepentimientos. “¿O debería llamarte hijo de perra cada ves que vea tu cara?” El hombre fuera de la celda, con su rostro rojo y sus manos temblando agarró el revolver de su cintura. Con este apuntó al prisionero en el rostro. “¿Que estas buscando? ¿Un tercer ojo?” preguntó con una voz tambaleante. El hombre dentro de la celda se paró de su cama y sin preocupación alguna se acercó a la reja donde se encontraba el guardia. “¿Cual es tu nombre?” le preguntó mientras observaba su uniforme. “¿O-braddy? Lindo nombre.” le dijo casi murmurando. “Cuídate mucho O-braddy por que quiero asegurarme de ser lo último que vean tus ojos” Y con estas palabras le dio la espalda al policía. Pobre hombre, se hallaba temblando, el poder de su arma y la autoridad de su uniforme le fueron desafiadas. Inútiles frente a un hombre de severo carácter. El prisionero continúo preparándose para otro día bajo el sol. Se quitó su camisa de dormir y se abotonó su uniforme. Se quitó sus pantaloneta sin importarle quien le pudiera ver y se colocó sus calzoncillos y su pantalón de trabajo. Un guardia diferente le abrió la celda y se dirigió a el. “No se que le dijiste al chico nuevo, estaba muy alterado. Pero si continuas haciendo estas cosas me veré forzado a castigarte.” le dijo firmemente mientras lo agarraba del hombro. El prisionero decidió ser gentil ya que conocía a este guardia, era humilde pero muy poderoso, mas allá que el. “Tuve un mal sueño. Eso fue todo.” le respondió con un tono agresivo, no se le iba arrodillar ante un individuo por que era mas corpulento. “Espero que no se repita chico, Dios sabe que no me gusta tener que castigarlos, ustedes no son niños y los años se me están viniendo encima.” le dijo con una voz desgastada. “Sin embargo no me desafíes, todavía me llaman el Inquisidor y créeme que es por algo.” y así abandonó la pequeña celda. Ese era el único guardia que le agradaba, los demás le parecían unos enclenques sin coraje. Se colocó sus zapatos y abandonó su celda.
Caminó por la gran instalación hasta llegar al patio. Observó por la puerta como la luz del sol lentamente cocía la piel de sus compañeros. Al horizonte solo veía arena. El paisaje daba sed. El sol amenazaba con cegar sus ojos y quemar su piel. Decidió salir a ver que hacían sus compañeros. Se fijo en los pocos que confiaba. Paul, un negro de dos metros diez se hallaba jugando baloncesto junto con su bando. Jeremiah, un Puerto Riqueño, experto en los juegos de azar, venta de drogas y alcohol dentro de la institución se encontraba haciendo negocios. Ivan, mas conocido como el terrible se encontraba acostado en un fragmento de sombra sobre la arena. Hoy tenían el día libre, pero mañana tendrían que volver a la mina. Pero el patio no estaba nada desocupado, cada esquina tenia un bando con armas en sus manos, la cárcel no era un lugar que se podía tomar a la ligera, en cualquier segundo se podrían multiplicar los cadáveres. El prisionero no llevaba arma alguna, sus puños y sus grandes músculos, nada lo podría defender mejor, y aunque varios bandos le tenían los ojos encima el no temía a ninguno. El altavoz se activó. Se dieron un par de anuncios innecesarios. Luego un guardia se le acerco al prisionero y le pidió que le acompañara a la sala de visitas.
Este no le prestó resistencia, llevaba días esperando esta visita. Lo siguió hasta la sala de visitas donde se encontró con un viejo amigo.
Se sentó en una silla, agarró el auricular del telefono y sin espera alguna dijo.
“Llevo semanas esperando. ¿Donde coños te habías metido?”
El hombre al otro lado de la linea lo pensó durante unos segundos y luego respondió.
“Con mi esposa y mis hijos.” mientras le sonreía al prisionero por el espejo, la reacción del prisionero fue hacerle pistola. Con un tono lento y tal vez un poco hostil le pregunto.
“¿Cuando vamos a ejecutar la operación?” y el hombre frente el espejo le paso un pequeño sobre.
“Es una carta de tu madre.” le dijo mientras le guiñaba un ojo, en ese instante colgó el auricular y vio como reaccionaba el prisionero.
Este con la carta de su supuesta madre en las manos por primera vez reaccionó agresivamente, sentía que estaban jugando con el, y eso no le gustaba. Arrojó el auricular contra el vidrió y se levantó guardando la carta dentro de su ropa interior. El otro hombre le dio la espalda y se fue justo antes de sentir el impacto del teléfono contra la ventana. Sabía que eso iba a ocurrir y lo esperaba con ansias, el prisionero tenía toda la razón de reaccionar de ese modo. Si pareciera que hubiesen jugado con el.
El hombre salió de la cárcel, saco de su bolsillo su celular, marco un numero. “Entrega completa” dijo, cerró el celular sin respuesta alguna y lo guardo en su bolsillo. Se encaminó a su auto. Observó la cárcel desde afuera y una ligera sonrisa marcó su rostro. Dio reversa y se fue.
Mientras tanto el prisionero se encaminó a las maquinas de ejercicio. Le era necesario sacar todo ese enojo de su cuerpo. Allá se encontró a Fernando, un Mexicano que jamas abandonaba sus maquinas, era el hombre mas grande de toda la cárcel.
“¿Quieres utilizarlas?” preguntó Fernando.
“No, vine a visitarte y te traje regalos” le respondió el prisionero sarcásticamente. “Mírame, jo,jo,jo” le dijo mientras lo miraba fijamente dentro de sus ojos desafiándolo. No le temía, el prisionero no le temía a nadie de la cárcel. Fernando rió. “Esta bien, puedes usarlas desde que no interrumpas mi rutina.” y le devolvió la mirada desafiante a los ojos acompañada de una sonrisa.
Luego de hacer ejercicio era la hora de cenar. El prisionero normalmente esperaba a que todos se sentara para el coger su comida de ultimo, los tumultos de gente lo fastidiaban. Cuando vio desocupado el restaurante agarró un plato de comida. Se sentó en una mesa solo y comió lentamente.
Mas tarde llegó a su celda que se encontraba abierta, agarró esta y la cerró después de entrar en ella.
Era de noche, dejo su luz apagada y esperó a que pasaran las horas para asegurarse que ningún guardia lo molestara.
Un guardia paso revisando que estuvieran cerradas todas las celdas. Después de esto el sacó su cuaderno en este anotó un numero dos alrededor de la pagina.
Esperó a que la noche invadiera la cárcel en su totalidad. Encendió la luz de su celda y escucho como su vecino se estremecía entre sabanas. Un gruñido y sintió a este despertarse.
“Hijo de perra, apaga la luz” le grito el hombre de al lado.
“Vas a destruir la tranquilidad de la noche? ¿Acaso quieres que te acabe?” le respondió
“¿Que dijiste bocón? Callate, mañana veremos como lo resolvemos.” por fin le dijo su vecino y de nuevo se encaminó a dormir. El prisionero saco de su pantalón la carta de su madre. La abrió y se encontró frente a una sorpresa.
Perdonenos por incumplirle
Fue la primera oración que leyó, por fin había llegado el día.
Nosotros somos hombres de negocios y muy poco fallamos a nuestros contratos. Sabemos que se encuentra desesperado en este momento. Queremos informarle que la operación será tomada mañana en la noche, espere que nosotros lleguemos, le daremos la señal no se preocupe.
-¿Que señal?- se preguntó el con la carta entre sus dedos.
Nuestros hombres le sorprenderán mañana en la noche. Esperamos poder verle pronto de frente, al fin y al cabo sabemos que usted no es culpable de lo que lo aprisiona.
Era cierto, el no había cometido ningún crimen. Abogados corruptos lo habían metido dentro de esta caja. Lo culpaban de algo que nunca hubiera sido capaz de hacer.
Terminó de leer el resto de la carta y la guardó dentro de sus pantalones.
“Saldré de este lugar.” se dijo a si mismo “Tarde o temprano.”
El otro día fue puro trabajo. Hasta que cayó la noche.
Antes de entrar a su celda se encontró con su vecino.
“¿Que me dijiste anoche perdedor?” le preguntó con un tono bastante desafiante, le miro a los ojos y mientras hablaba se aseguraba de que el prisionero recibiera la saliva en su rostro.
Este ni le miró, solo lo agarró del cuello y lo arrojó dentro de su celda, la cerró con seguro y le dijo mientras miraba al suelo. Podía oler el miedo en su oponente.
“hoy has tenido suerte.” le dijo y luego lo miro fijamente a los ojos. El hombre dentro de la celda se estremeció y se oculto como un perro dentro de su cama.
-Nadie va a dañarme esta noche- pensó el prisionero mientras iba a su jaula.
La cerró y se acostó en la cama.
Soñó con su esposa, podía ver esos hermosos ojos color miel, esos mismos que lo habían fascinado tanto en un pasado. Esos mismos ojos que ya no le pertenecían, esos que nunca lo iban a perdonar.
Escuchó un sonido en la lejanía de su sueño. Poco a poco este sonido se fue volviendo mas fuerte, sonaba como si un titán tratara de destrozar la tierra. Sonidos vagamente metálicos invadían sus oídos.
Escucho un fuerte impacto. Las sirenas empezaron a trabajar. Vio como todos los guardias se movilizaban. De nuevo otra explosión y pudo ver lo que esta generó. Pedazos de cemento volando por todas partes. Caos, el caos reinaba. Ahora se escuchaban explosiones seguidamente. Por fin su venganza sobre su prisión. Otro gran impacto. Este destruyó la pared de la cárcel consigo matando un par de prisioneros. Otros pudieron escapar. Al mirar por la reja, abajo había un espectáculo de peces escapando del rió al mar, no hacían falta los pescadores pero los había y estaban enojados. El prisionero espero a que un impacto abriera su celda. Retrocedió de la pared donde sintió el golpe y dejo que esta saliera volando. La explosión lo cegó durante unos segundos. Esta había golpeado como a tres celdas de la de él pero sin embargo había logrado abrirle el paso. Eso también le permitió ver lo que se avecinaba. Un tanque gigante del ejercito abría paso dentro de la cárcel. “Creo que esa es la señal.” se dijo a si mismo mientras soltaba una carcajada. Corrió por los pasillos de la cárcel. Estaban infestados de gente. En los techos habían franco tiradores cosa que hacía la escapatoria aun mas difícil. También unos guardias con armaduras luchaban contra los fugos. Ese sensación extrema, entre la vida y la muerte le fascinaba al prisionero. Corría lo mas rápido posible abriendo el paso entre los prisioneros. Se encontró frente a uno de estos policías y lo golpeo en el rostro dejándolo inconsciente. Corría a toda velocidad perseguido por las balas. Afortunadamente ninguna lo atrapó. Llegó a la entrada de la cárcel, despejada. Se detuvo frente la puerta y se echó a reír. Duro unos segundos saboreando la victoria.
“Te dije que no quería problemas contigo chico” reconoció la voz instantáneamente volteó y ahí estaba, su destino, el gran inquisidor.
Ese gran hombre ocupaba todo su espacio visual. Era enorme, y estaba enojado.
“¿Que piensas hacer ahora? Mira a tu alrededor polizonte, no eres nada. Todo esta lleno de caos.” y el gigante hombre le interrumpió gritando. “¡Aun sigo siendo mas fuerte que tu!” y se lanzó contra el prisionero. Le agarró del cuello y le apretaba con toda su fuerza. El prisionero agarró las manos del guardia mientras era levantado del piso. “¿Que clase de hombre eres?” le preguntó gastando poco a poco su aliento. “¡Yo soy el todo poderoso de esta cárcel! ¡Y aunque mi hogar se vea destruido por tus amigos...” -Tus amigos- repitió el prisionero en su mente totalmente desconcertado. “... yo les pagaré igual a ellos acabando contigo!” y luego lo arrojó fuertemente contra una pared. El impactó le hizo mucho daño. Cayó en el frío suelo de la salida. Trato de levantarse pero le era imposible. Sus ojos le mostraban dos realidades distintas. En una veía un jardín de flores y a su amada esperando con su bello rostro tapado. Casi podía sentir el aroma de las flores. Mientras por el otro lado sentía el dolor del impacto, veía la cruel realidad en la que se encontraba y aun peor, al ogro frente a el. Trató de levantarse del suelo con su brazo izquierdo pero fue incapaz. Se vio cayendo de nuevo al suelo y vomitando una bocanada de sangre. La imagen del hombre poco a poco se empezó a distorsionar, aun así el movimiento de una gran sombra era visible.
El prisionero tendido en el suelo fue agarrado por los cabellos y levantado del suelo. El guardia podía ver como uno de sus ojos todavía era consiente de la realidad. Flexionó su gigantesco brazo hacía atrás. Esperó durante unos segundos esperando que el ojo se cerrará.
Mientras tanto el prisionero ya había encontrado su libertad. Era una libertad falsa. Se encontró caminando en ese gran campo de flores. Miró a su mujer frente a el, pero todavía temía de ella que pudiera pensar de el. Volteó durante unos segundo hasta que su inútil corazón le obligó a ir hacía ella. En un principio sintió que cada ves que se acercaba a ella esta se iba a la lejanía. Se detuvo y empezó a caminar pacientemente hacía ella con su mente en claro.
El guardia le gruñía al hombre, aparentaba estar desmayado. No había otra forma para el comprobarlo.
Esta dejó de alejarse de el. Hasta que al fin la pudo alcanzar puso sus brazos alrededor de ella. Esta no respondía, como si fuera una muñeca. No tenía pulso ni respiración. Suavemente el prisionero colocó su mano sobre la cara de su novia y no le sintió facciones. Agresivamente le corrió el pelo que cubría su rostro y vio como la cara carecía de ojos boca y nariz. Era un maniquí de su esposa. Comenzó a llorar y de un momento al otro.
El guardia aventó toda su fuerza de su brazo hacía el rostro ensangrentado del prisionero.
Estaba seguro que este golpe terminaría con su vida de una ves por todas. Pero se equivocaba.
En ese preciso instante su visión se aclaró, claramente pudo ver como los nudillos del titán amenazaban su vida y tomó estos entre sus dedos. Detuvo el grave golpe del guardia, ese rápido proyectil. Sus manos temblaban suavemente hasta que el prisionero con su otra mano golpeó la cara del guardia. Este se echo un par de pasos hacía atrás. Se tapo la cara y luego limpió el poco de sangre que brotaba de su nariz.
“Así que piensas darme pelea” afirmó el guardia con un tono hostil.
“Eres patético pequeño niño, no sabes en lo que te has metido” y luego de decir esto el guardia se boto contra el con su nudillo preparado para otro golpe. El prisionero pudo evitar el golpe al agacharse y golpeó al guardia en su riñón. Este enojado como si no le importase le metió un codazo al prisionero y lo arrojó al suelo. Luego lo agarró de sus pies y lo aventó de nuevo contra la pared.
El prisionero cayó pero se levanto rápidamente. Se puso en guardia y esperó durante unos segundos. Luego expulsó de nuevo otra bocanada de sangre, tinturando el suelo y su ropa de ese color oscuro. Una explosión sonó de nuevo. El tanque había penetrado dentro del edificio. Ahora se encontraba andando por este arrasando con todo a su paso.
El tanque le había abierto una nueva salida.
El guardia dio la espalda al prisionero cual ya no estaba en condición de luchar y se encaminó a ver el daño causado por el tanque.
Con la camisa rasgada y tiras de esta colgando de su corpulento y lastimado cuerpo el prisionero intentó arrastrarse hasta la el botiquín de emergencia en busca de una jeringa de estamina. Poco a poco se arrastraba al escritorio de la recepción. Cuando llegó a este arrojó todos los cajones al suelo y entre estos revolcó hasta encontrar la jeringa. Junto a esta estaba un revolver. Decidió primero clavarse la inyección y luego agarrar el revolver.
La inyección le quitó el dolor de su cuerpo, aunque era consiente que en el amanecer este volvería. Con la piel de su pecho herida y sucia agarró el revolver entre sus manos y decidió ir a buscar al guardia.
“Ahora si me lo pagaras hijo de perra” se repitió dentro de su cabeza. -¿Donde esta el respeto si se trata de vida o muerte? Al carajo con la moral, es hora de vengarme- pensó enojado dentro de su cabeza y se encaminó a buscar al guardia. Llenó de ira ignoró la salida que le había creado el tanque, ya no era hora de escapar. El suelo de la cárcel se encontraba completamente lleno de cadáveres. El sonido del destructor tanque invadía todo el lugar. Explosiones por todos lados. Ya no eran un tanque sino unos tres. La mayoría de prisioneros se encontraban aniquilados en el suelo, otros lograron escapar.
Caminó por todo el lugar buscando al guardia hasta que lo encontró.
“Nunca entenderás que es perder tu vida entera en una noche prisionero.” le dijo el guardia mientras presenciaba la destrucción de su hogar. Inhaló y luego exhaló.
“Eres brillantemente tonto. ¿Por que no escapaste cuando pudiste?” preguntó este mientras volteaba para darle la vista a su oponente. El prisionero apuntó con el revolver a la cabeza del hombre. Ya no parecía tan grande ahora que le hacía falta su poder. Este le sonrió y antes del prisionero poder dispararle. El suelo empezó a temblar, y perdió su capacidad auditiva por unos segundos frente a sus ojos una cortina de fuego y rocas le cegaron y con esta desapareció todo rastro del guardia. Un largo cañón asomó la mira por un agujero recién abierto en la pared. Con su potencia tumbó la pared que le impedía su paso. Este se puso frente al prisionero. Este observo el cañón sin poder mover un dedo. De este se abrió una compuerta por donde salió el hombre que le había visitado el día anterior. Este le saludó. Saltó fuera del cañón y abrazó al prisionero.
“Gracias por cumplir nuestro trato, hermano.” le dijo el prisionero mientras el hombre en sus brazos lloraba descontrolado.