miércoles, 28 de abril de 2010

El Apocalipsis

Un hombre se hallaba parado en la cima de la colina, mirando el pueblo donde se había criado toda su vida. Sentía desprecio hacía cada uno de los pueblerinos. Ya varias veces había jurado vengarse por las heridas que estos le habían causado. Su plan andaba como lo esperaba. Tantas noches trabajando, todas le otorgaron un pequeño fruto cual no llego a conocer hasta tener toda la cosecha. Nadie podía quitarle la expresión de odio que sus ojos reflejaban. La ira lentamente lo consumía en su interior. Respiraba fuertemente, furiosamente, deseaba traer destrucción, el epilogo del pueblo, no, del pueblo no, de toda la raza humana.
Levantó su mano izquierda he hizo tronar el cielo. “Ignorantes creyentes. ¡Ha llegado la hora, agáchense ante su señor!” Gritó y su el eco de su voz resonó por la tierra. “¡Bienvenidos hijos de Cristo a la era del caos!” y soltó una carcajada. Lastimosamente el no siempre había sido así.
En un lejano pasado, había vivido con sus padres en una pequeña choza en las afueras del pueblo. Su padre era el herrero del pueblo, y su madre una vieja curandera. Los tres vivían felices compartiendo día a día en familia. Cada día era repetitivo, levantarse, desayunar acompañar a su padre, ir al mercado, vender las armas y mas tarde volver a casa. Un día que otro se sentaba con su padre a hablar y aprender acerca de como afilar armas. Armó el filo de su primer arma a los doce años, la ensambló a los trece y la dominó a los 17. Su padre se encontraba orgulloso de el. De ves en cuando le daba una paliza al practicar sus movimientos.
“¿Preparado para un duelo hijo?” le preguntaba su padre.
“¡Siempre lo estoy!” le respondió y sus sables se encontraron en batalla. Bajo la luz de la luna pequeños resplandores de los dos sables golpeándose en la noche. El eco de una campanilla con cada roce del metal. Ataque por ataque, movimiento por movimiento y la evasión de cada uno creaban al maestro dentro del niño. “Pero esta noche no es tu noche pequeño.” Con toda su fuerza golpeó la base de su sable haciendo al joven soltarla. Este cayó en el suelo y se quedo sentado, su padre le puso el sable frente sus ojos. “No es lo fuerte que la agites, no es la fuerza que le pongas, es la pasión todo esta dentro de tu corazón.” Suavemente golpeó su pecho dos veces, enfundó su arma y se retiró. Practicó durante día y noche. Un año entero de practica sin detenerse un solo día. Su madre y su padre se encontraban cada día mas sorprendidos de la habilidad de espadachín que su hijo había desarrollado. El escuálido cuerpo de su hijo se había desarrollado en toda una armadura. Cuando terminó su entrenamiento no pensó dos veces en desafiar a su padre. “Mañana, lucharemos una vez mas padre.” Le dijo mirando con un tono desafiante pero mirándolo tiernamente dentro de sus ojos. “Mañana será mi día.” Su padre aceptó y esperaron al duelo. Su hijo se dirigió directo a su cama. Acostado en ella pensó como mañana iba a ser su día de gloria, como iba hacer para que su sable dominará sobre el de su padre. Soñó con la victoria. Dentro del bosque, los dos mirándose fijamente a los ojos. Un halo de fuego alrededor de ellos, su madre afuera de este observándolos, los dos en posición de batalla con sus armas desenfundadas, respirando el ambiente, esperando al otro. Ninguno se movía, a duras penas podían ver la respiración del otro. El silencio de la noche, los animales se callaron, todo era total tranquilidad. Simultáneamente los dos dieron un paso adelante. Se rieron, como si fueran una sola persona, todos sus movimientos eran exactos. El movimiento de la cabeza, la posición de batalla y la mirada en sus ojos. Se miraban como si no fuesen padre he hijo, pero enemigo y enemigo. Bajaron sus sables durante unos segundos. Se miraron una ves mas, comprendieron el espejo que se había trazado entre ellos. Levantaron sus armas a la altura de sus ojos y finalmente corrieron el uno hacía el otro. Con sus dos manos desplazaron sus espadas que rasgaban su rango visual a su cadera y con toda su fuerza las golpearon una contra la otra arriba de su rango visual. Los dos se miraron durante segundos cara a cara, intentaron leer la expresión vacía en los ojos de su contrincante. Los dos dieron un salto atrás. Una ves mas levantaron su arma apuntando a los ojos del otro. Su hijo levanto su arma y su padre la agachó y se encontraron golpeándolas simultáneamente. Era como su primer entrenamiento, la noche se hallaba llena de sonidos de campanas, aveces agudos aveces graves, eso no importaba. Adelanté en el tiempo se hallaba la victoria de uno de los dos. Su madre afuera del circulo se encontraba mirándolos, riendo, era una ironía verles a los dos pelear de esa forma, pensar que hace un tiempo su padre le podía ganar en segundos. Podía ver toda la concentración en los ojos de su hijo, le recordó a su pasado cuando conoció a su esposo. “¡Vamos muchacho! Un año entrenando ¿Para que? ¿Para no poder ganarle a un viejo? ¡Demuéstrame lo que tienes!” le grito su padre y su hijo se sintió enojado. Vio una abertura en la defensa de su hijo y de nuevo golpeó con toda su fuerza la espada de su hijo en la base de su hoja. Se sintió como el ganador. El impacto había levantado arena del suelo y por unos segundos no pudo ver a su hijo, cuando esta se desvaneció este se hallaba parado frente a el riéndose. El hijo rápidamente levantó su sable y apenas dándole tiempo a su padre para defenderse golpeó la espada de su padre de la misma manera. El tiempo se detuvo durante segundos. Un chirrido invadió el silenció de la noche, pequeños cristales cayeron al suelo. Dejó que su cuerpo cayera al suelo de rodillas. Sus ojos y su boca totalmente abiertos. “No puede ser” murmuró. Levanto la mano donde se encontraba el mango de su arma. En este solo había un pequeño pedazo de su hoja, todo lo demás esparcido en fragmentos. Tres mil pequeños fragmentos yacían en el bosque. Su hijo parado frente a el con su arma intacta la coloco frente los ojos de su padre. Escuchó a su madre gritar. Su padre se hallaba llorando en el suelo, levantó su cabeza y encontró una ves mas esa expresión vacía en los ojos de su hijo, este todavía se hallaba batallando. Su hijo levantó su perdición al aire, agarrándola con las dos manos y con todo su poder empujó su sable hacía el suelo, hacía la cabeza de su padre.
Despertó, creía haber matado a su padre. Saltó de su cama y salió corriendo. “¡Papa! ¡Papa!” pero no conseguía respuesta alguna. Entró en el cuarto de su madre y le vio leyendo tranquilamente. Tenía entre sus manos un libro morado. Esta levanto la cabeza y miró los ojos llenos de temor pintados en la cara de su hijo, de estos ya estaban saliendo dos lagrimas. “¿Que pasa amor?” le preguntó su mama. “¡Madre! ¿donde esta mi padre?” le gritó este. “¿Que te sucede? Esta en el taller armando una nueva espada para el duelo de ustedes” El hijo salió corriendo y pateó la puerta del taller. Su padre volteó totalmente sorprendido “¿Pasa algo?” le preguntó a su hijo pero antes de poder terminar la oración este ya le tenía entre brazos. Mientras lloraba con su voz rota le respondió “No papa, no pasa nada.” Lo abrazó durante minutos y su padre le limpió las lagrimas en sus ojos. “¿Que haces papá?” le miró entre manos, un hermoso mango de oro. “Mi última creación hijo. ¿que te parece el mango?” escuchó de su padre la palabra última, no quería que fuese su última creación, no quería que su duelo terminara como en su sueño. “Esta, esta bien papá” le respondió sorprendido. “Bueno, ahora vete, necesito trabajar.” y el hijo salió del taller. Cuando salió vio como una llama de fuego pasaba junto a el. Se asustó, corrió a la dirección de donde estaba había venido. Ahí se encontraba su madre. Lo miro sonriendo. “¿Quien dijo que una mujer era solo encanto?” le pregunto y rió. Tenia el libro morado entre manos. “Mira esto y aprende hijo.” lo dejó en el suelo y junto sus dos manos. Estas empezaron hacer círculos en el aire. Una conectándose con la otra. Luego a moldear una esfera. Podía ver como su madre no dejaba de mirar el centro de la esfera imaginaria. Balbuceó unas palabras y finalmente se creó una esfera de fuego. Las llamas de esta tocaban las manos de su madre pero por alguna razón no la quemaban. Luego de moldear perfectamente la bola de fuego la arrojó al cielo y esta se desapareció en este moviéndose rápidamente. “¿Que opinas de tu madre ahora?” ella se rió y recogió el libro y se entró a la choza. El guerrero se hallaba con la boca arriba totalmente sorprendido. Escuchó las campanas de la iglesia tocar y se entró en su casa.
Mas allá del bosque, en la aldea la gente veía en el aire una bola de fuego que se dirigía hacía el reino divino. Todos corrieron al pastor a contarle. “Si, yo también le visto” les respondió a la gente. “Es un presagio” grito a todo pulmón. “Esa llama arde con odio y arte oscura, va en contra de nuestro señor, el fin esta cerca.” Todos los aldeanos alarmados y asustados rogaron por que este le comunicase a su señor y todos fuesen salvados. “¡Debemos destruir este mal de raíz! Debemos buscar en donde se generó esta llama y destruyamos a su creador!” Y así todos los aldeanos prepararon sus armas, rastrillos, palas, picas y garrotes. En el medio de todos estos se encontraba el sacerdote “¡Este día haremos historia, destruiremos al propio anti-christo y aseguraremos nuestras vidas y alabaremos a nuestro señor!” Alzó sus manos en el aire y simultáneamente todos los aldeanos alzaron sus armas al aire y dieron un grito de batalla.
Estaba en sus últimas horas de practica, se abstuvo de hacerlo y decidió ir a dar un paseó en el bosque. Llevó su espada y se adentró en este. No se despidió de ninguno de sus padres, no encontró necesidad alguna de hacerlo, volvería en horas.

Ya estaba cayendo la noche. La luna se hallaba en lo mas alto del cielo observando el espectáculo. Los aldeanos prendieron llama en sus antorchas, una mano con luz y la otra con destrucción, la perfecta creación. Emprendieron camino hacía las afueras del pueblo donde se encontraba la choza. El Pastor daba su sermón todos escuchaban atentamente y eran convencidos de ser “guerreros divinos”. Mientras tanto la madre se encontraba aprendiendo mas artes de su libro y su padre ya acababa de terminar su último proyecto.

El joven calculó la hora con la oscuridad de la noche y se dio cuenta que según su sueño ya había llegado la hora de su duelo. Emprendió camino de vuelta a casa.

Estaban a unos metros de la choza. “¡Recuerden mis hombres, esto lo hacemos en el nombre de nuestro creador, el único y poderoso!” todos asintieron con su cabeza “Ahora. ¡Ataquen, por la gloria de dios!” y todos los hombres se alzaron con sus antorchas y garrotes en sus manos.

El padre observaba su nueva espada. Estaba tan orgulloso de haberla creado. La levantó hacía el cielo. Escuchó un grito de guerra en la distancia. Salió de su taller a mirar que era lo que ocurría. No había nadie, pero poco a poco el cantó de las voces aumentaba.

La madre se encontraba leyendo su libro cuando el sonido de doscientos hombres enojados interrumpió su lectura. Cerró el libro. -Me han atrapado- Pensó.

Los sentidos de guerrero del hijo le dijeron que algo se encontraba mal y apretó el paso para llegar mas rápido a su casa. Comenzó a saltar por las ramas desesperado. Algo le dijo que no habría duelo esta noche.

Un hombre lanzó su antorcha al techo de paja de la choza. Este se prendió en fuego. Todos los demás siguieron su ejemplo. En el cielo de la noche yacía una enorme llama, la fogata divina. La madre dentro de la casa empezó a ingeniarse un plan. No tenía ninguno.

El herrero vio como su casa se prendía en llamas y corrió a ver que ocurría.

El padre católico yacía riéndose a carcajadas en el medio de todos los ignorantes. Apuntando a las llamas con la sonrisa mas perversa que un hombre podía sostener en su cara.

Por encima de los arboles, en la distancia el guerrero veía la inmensa llama que bailaba por los cielos, eso no le sonaba nada bien. Empezó a preocuparse.

“¿Que están haciendo?” grito el herrero a los hombres que se encontraban destruyendo su casa. Le ignoraron. “¡Oigan, salvajes! ¿Que le están haciendo a mi casa?” gritaba desesperado el hombre. De la multitud salió el padre con su mano en el aire. “¿Es esta su casa?” preguntó el sacerdote. “Si, lo es. ¿Que están haciendo malditos?” Preguntó una ves mas el hombre desesperado. “¡El es, atrapen al hereje!” grito el padre y todos los hombres se lanzaron sobre el herrero. Afortunadamente este había sido un excelente luchador en su pasado. Tuvo que enfrentarse con mas de 3 hombres al tiempo y poco a poco le daba sepulcro a cada uno. Finalmente del interior de su casa salió su esposa. Tenía el libro en la mano. Todos voltearon a verla, se encontraba levitando en el aire. Su marido la miraba perplejo, la mujer que volaba por el aire tenía un enorme parecido a su mujer. “¡Torpes!” gritó esta, “¿Que les hace pensar que pueden luchar contra mi? Arrojó el libro al bosque y conjuró con sus dos manos el trueno del cielo.” Este cayó derribando casi 20 hombres. Y continuó la pelea. El herrero luchaba contra 4 hombres simultáneamente y lo que quedaba de su esposa se hallaba flotando en el aire utilizando los poderes demoniacos para destruir a sus enemigos. Volaba de lado a lado, esquivando las armas de los aldeanos enfurecidos. Estos arrojaban todo lo que veían a su alrededor sus armas, pedazos de madera, piedras, cualquier cosa que pudiera matar a la bruja. El sacerdote se alejo unos metros. Se encontraba aterrorizado, esta era la segunda vez en su vida en la cual se encontraba frente a frente con una hechicera, la primera ves fue en su entrenamiento de obispo.

El guerrero podía escuchar una carcajada que tenía un parecido con la voz de su madre. Miró a la llama celestial y encima de esta ya se encontraba volando una mujer, y no cualquier mujer pero su madre. Dio un grito de batalla y continuo corriendo hacía su casa. No le faltaba mucho para llegar.

El santo recordaba como había hecho su maestro para destruir a las brujas. Pensó en quemarla, luego pensó en ahogarla. Todo era inútil.
El herrero se preguntaba la ubicación de su hijo, entre golpes en su espada miraba a sus alrededores pero no lo podía encontrar. En el cielo, la mujer riendo en carcajadas también se hallaba pensando en su hijo. Los hombres eran interminables, continuaban llegando hordas de campesinos con la intención de destruir a los herejes. El Pastor se reía y les bendecía sus armas.
Ya por fin el guerrero llego a su destino. Su padre lo divisó en la distancia, se distrajo durante unos segundos y un rastrilló perforó su pecho. Vio a su padre desde lejos caer lentamente a suelo, agonizando. Tenía su “último” proyecto en mano. Lo dejo caer al suelo. De su boca salió un río de sangre. Su Madre se dio cuenta de lo que ocurría, creo una circunferencia en llamas y aterrizó en medió de esta. Volteó su cara, miro a su hijo a los ojos durante minutos y luego alzó su mano he incremento las llamas cerca a el. “¡Madre, que demonios haces!” le grito su hijo, pero ya la noche se hallaba tan contaminada auditivamente que nadie lo pudo escuchar. Intentó golpear la llamas con su sable pero era inútil. Sin tener opción alguna presenció la pelea a metros de distancia. Su madre se acercó al cadáver de su padre y lo levantó con un brazo, lo puso en sus hombros. Levanto la cabeza hacía el cielo. Todos los hombres alrededor de ella se encontraban inmóviles, sin poder creerlo, actuaba como un ser humano con sentimientos. ¿Tal vez no era la hereje hija de Satán de la cual el padre había hablado antes? Nadie lo sabía y aun peor nadie lo sabría. De la multitud de gente apareció el obispo corriendo con una afilada cruz. La mujer no lo vio, ella estaba de espaldas. “Señor nuestro, yo te ofrezco esta alma oscura, en tu nombre, que sea tu voluntad purificarla o enviarla al fondo del abismo. ¡AMEN!” grito el obispo y atravesó el torso de la hechicera con la cruz. Este se hallo lleno de sangre, manchado por toda su ropa celestial. La mujer con los ojos totalmente abiertos y con su cuerpo perforado intentó mantenerse de pie. Cayo de rodillas en el piso. El tiempo se detuvo durante varios minutos, ya se hallaba un hijo mirando a su madre y a su padre morir bajo las manos de muchos pueblerinos. Su madre alzó su mano izquierda, mirándole a los ojos desde la distancia, su madre lo miraba con una expresión tierna y de disculpa al mismo tiempo. Luego como la acción de un resorte hizo como si empujase el viento en dirección a su hijo. El último proyecto de su padre se dirigió hacía el junto con el libro morado de su madre que se hallaba escondido en el bosque y cuando los tres se encontraron fue expulsado, aislado a las profundidades del bosque.

Cuando despertó juro dar venganza por la destrucción de su familia. Venganza contra toda la raza humana
Duró años escondido dentro del bosque perfeccionando las artes del libro morado de su madre. Memorizando pagina por pagina cada no de los fragmentos, ensayando cada hechizo, cada rezo, cada ritual. Ya perfeccionado en las artes de su libro decidió traer el mundo en caos. El hombre se hallaba parado en la cima de la colina, mirando el pueblo donde se había criado toda su vida. Levantó su mano izquierda he hizo tronar el cielo. “Ignorantes creyentes. ¡Ha llegado la hora, agáchense ante su señor!” Gritó y su el eco de su voz resonó por la tierra. “¡Bienvenidos hijos de Cristo a la era del caos!”
Hizo unos rezos una una lengua antigua, toco el piso de este salió una gigante bestia cubierta por una armadura. Esta rugía como un demonio y hacía la tierra temblar. El hombre ya se hallaba cabalgándola en lo alto de los cielos. El cielo se torno rojo sangre y de nuevo los sismos empezaron a ocurrir. De las grietas en el suelo se levantaban de su sueño eterno gigantes bestias demoniacas. Los rayos empezaron a caer sobre la tierra, se formaban, las nubes se convertían en remolinos, gigantes torbellinos que golpeaban la tierra. El mundo entró en caos.
En el pequeño pueblo, dentro de su iglesia yacía el viejo obispo mirando por su ventana. Vio las gigantes bestias, los torbellinos, los truenos, sintió los sismos en la tierra. Encima de una de las bestias vio una cara que se le hacía familiar. Abrió los ojos, soltó su boca, se empalideció su rostro y vio como en la distancia se desarrollaba el Apocalipsis, el castigo divino.

martes, 27 de abril de 2010

Viejos Recuerdos

-Tengo una manía. Si, es eso, como ninguna otra. Destruyo, no se por que lo hago, y no lo quiero hacer. Pero siempre que tengo algo bonito lo destruyo. Un pensamiento, una relación, una amistad. Intento no hacerlo pero fracaso, no se que ocurre. ¿Serán esos momentos repentinos de locura? ¿Serán recuerdos, memorias, costumbres? No lo se. Ese impulso, ese impulso dominante, siempre esta ahí, querer escapar, querer quedarme, querer correr. Nadie lo comprende, ¿Como lo harían? Es algo mío, mío mío, solo mío. En ese momento de locura entró en trance. ¿Un encuentro mental conmigo mismo? Una reunión familiar dentro de mi cabeza. Pero cuando se haya en conflicto es difícil tomar el control. Todo se agita y al final de cuentas ya nada importa. ¿Por que lo haría si el orden esta perdido? Es el perfecto ejemplo de la persona que no arregla su habitación. Podrán decir: “A mi me gusta vivir así” o “es que no me importa”. Claro que importa, el orden lo es todo. ¿Que podría decir un hombre cual casa esta hecha un cochinero? El éxito esta en el orden. Y no existe peor desorden que el desorden mental, un debate mental, es una declaración justa. ¿Por que? Divide la mente en partes, estas partes pueden llamarse personalidades, casa personalidad opina diferente. Siendo un hombre bastante agresivo empeora las cosas ya que estas personalidades suelen luchar una contra otra. ¡Todas, y no se callan! Aveces me siento solo, aveces me siento acompañado, pero siempre es adentro. Cuando estoy solo quiero quedarme, que alguien me busque y me necesite, por otra parte cuando me siento acompañado quiero correr. ¡Es horrible! No terrible, aguantable y confuso. Puede ser divertido, o puede no serlo, es la división de personalidades. Ser una hormiga, o un juguete, es reemplazable, eso lo veo fuera de mis ojos. Veo gente acusar a otra de las mismas manías, afortunadamente nadie conoce la mía. Es personal, dentro, dentro dentro, muy adentro, donde nadie ha llegado. El fondo del vaso jamas será tocado. ¡Pregunto! ¿Como puede alguien tocar simultáneamente el fondo de múltiples vasos? Nadie puede hacerlo, ya es bastante difícil, muy imposible, poco probable tocar el de un vaso, ahora pensemos en dos. Enigmas, es una hermosa palabra. Ahora, piensas en alguien. Hoy la miras bien, mañana la miras mal, pasado mañana te da igual. Cada día puede ser diferente. Es un mute de pensamientos, es un remolino de ideas, es un caos de sentimientos. Pensar y pensar, vivir pensando, analizando situaciones y recuerdos. “¿Que sería de si” Mirar al lago, eliminar colores, negro y blanco. ¿Favorito? ¿Para que? Todo esta bien así cada cosa es un complemento de otra. No tengo complemento.-
Agachó su cabeza después de uno de sus muchos análisis. Era cierto, con una mente imposible de apaciguar y creyendo tener los problemas que no tenía este joven se desplazaba por el mundo.
-Debo eliminar esa parte de mí.- Pensó -debo crear un nuevo yo.-
Ya llevaba bastantes intentos, aunque no recordaba ninguno, o si lo hacía ignoraba ese hecho. ¿De donde vendría toda esa soledad? Tenía miedo mucho miedo.
Entró a su casa. Su guarida, la había limpiado esta mañana. ¿Eso le hacía sentirse menos vació?
“He vuelto casa.” saludó al vació. Eran las doce del día. Tenía mucha hambre. Pensó que cocinar.
-Puedo hacer pasta, es posible. Pero mejor carne, una carne asada con ... Tengo pollo, mucho pollo. ¿Debería gastarlo? ¡Pero que sorpresa, si también hay pescado!- De nuevo un debate. Se paró frente a su nevera mirándola perplejo, se dio cuenta de todo el proceso que había hecho y finalmente la cerró. “No tengo hambre” se dijo a si mismo. Salió al balcón de su casa. Este poseía una bellísima vista al mar. Se sentó en una silla que siempre tenía ahí. Miró las olas, el movimiento del mar, como despreocupadamente este golpeaba la tierra una y otra ves, sin preocupaciones, sin pensarlo. Se encontró mirándolo, sumido en un sueño. Sus oídos escuchaban el golpeteo de las olas y su mente viajaba de vuelta al pasado.

La época de su familia. De vuelta a su niñez.
“Papa, ¿A donde van las olas después de golpear la playa?” Preguntó el infante. “Calla tonto, las preguntas son para los ignorantes.” respondió su padre.
Se encontraban en un bote a unos 200 metros de la playa, pescando.
El niño miró al piso y agarró la caña en sus manos con mas fuerza.
Miró al cielo azul, tenía tantas preguntas, pero muy pocas respuestas. Volteó hacía su padre, este se encontraba mirando al mar concentrado. Luego los ojos de este voltearon y penetraron a los de su hijo. “¿Que quieres mocoso?” el niño quedo paralizado, quiso responderle pero no pudo, se le hizo un nudo en la garganta. Terminó balbuceando. “Si, eso es lo que te ha enseñado tu madre. A decir estupideces, eres inútil, ahora calla que vas a espantar a los peces.
Su mente se puso en negro, una nueva memoria.
Abrió los ojos una ves mas dentro de su mente. Su madre esperando en la costa, quería correr hacía ella y abrasarla. Su padre la miraba con despreció. El no podía comprender la expresión en el interior de los ojos de su padre. Este volteó, lo miró de reojo, la misma expresión de desprecio, gruñó asomando sus dientes y luego continuó mirando su destino, su hijo no le interesaba mucho. El bote daba ligeros saltos. Cuando por fin encalló en la playa su padre se bajo y lo amarró al muelle. El niño saltó del barco en busca de los brazos de su madre. Corrió hacía ella y cuando se encontró dentro de estos escucho en el fondo el despreció de su padre. “Eso María, has que el niño se vuelva el maricón, que no sepa defenderse y se vuelva una nena consentida.” Ninguno de los dos respondió, y ¿Como hacerlo? No existía una respuesta a tal declaración, no en ese momento.
Miró hacía el sol y la luz lo cegó durante segundos, cuando bajó su mirada se encontró solo, parado en la playa sin su madre. Había crecido unos cuantos centímetros, sus pies eran mas grandes y tenía el pelo largo. -A donde se irán las olas después de golpear la playa- se preguntó. Miraba al mar con tanta curiosidad. Todavía era un muchacho bastante curioso. Se encontraba parado bajo la sombra de una palma, decidió sentarse. -¿Donde estará mamá?- se preguntó. Había crecido para darse cuenta que su madre era sagrada para el. En ese momento llegó su padre. “¿Que haces perdedor? ¡Deja de pensar tanto y a trabajar! Estas malgastando tu tiempo y el mío. ¡Párate sabandija!” Le gritó, el niño no respondió y después de unos segundos se encontró golpeado por su padre. “¡He dicho que despiertes inútil!” exclamaba este. Se abstuvo de responderle, esto enojó mas a su padre. Le agarró del cuello de su camisa y lo levantó del suelo. El hijo seguía sin mirarle a la cara. “¡Obedece holgazán!” con dureza le agitó durante minutos hasta que lo arrojó a la arena con toda su fuerza. “¿Para eso sirves? ¡Maldito inservible!” luego continuó caminando por la dirección a la que se dirigía desde un principio.
De la sombra que rodeaba los ojos del joven nació una lagrima que rasgó su mejilla.
El color de la arena invadió sus ojos le cegó.
Se encontraba en su cuarto, sentado en la cama con sus brazos entre sus piernas. La expresión en sus ojos demostraba tortura. Su brazo izquierdo temblando. Pensando. Cada segundo pensando, el por que de tantas preguntas. ¿Que le pasa a mi padre? ¿Por no esta lloviendo? ¿Donde esta mi madre? ¿Que hora es? ¿Por que mi madre no ha dejado a mi padre? ¿Quien soy? ¿Donde estoy? ¿Hay alguien para mi? Y entre estos pensamientos y su exterior no existía mucha diferencia. Mientras todo dentro de su cabeza era un gran desorden fuera de esta. “¡Silenció mujer!” gritó la voz de un hombre. “Pero Jaime, entiende que...” y sin poder terminar su oración “¡He dicho que silencio!”
-Gritos, en esta casa, todo, todo son gritos, nada mas, solo gritos- Pensó
Sumido en sus pensamientos despertó en una noche con lluvia.
Escuchó un golpe. Se sintió asustado, salió de su cuarto. Ya se había empezado a rebelar al poderío de su padre, su mandato autoritario. Escuchó otro golpe, este provenía de la puerta de la casa. Empezó a escuchar una sollozar. Miró como el cuarto de sus padres se encontraba medio abierto. Entró a este, su madre se encontraba en el piso aguantando las lagrimas. La miró a los ojos y vio como esta se derrumbaba y liberaba sus lagrimas. Esta fue abrazarlo pero el no lo permitió. “Madre, nuestro castigo termina ahora.” le dijo a su madre. “No, ni lo pienses, mijo. ¡No lo hagas! ¡Devuélvase!” este ignoro las palabras de su madre y salió en la lluvia a buscar al sabandija de su padre.
La lluvia le cegó durante segundos. Cuando aclaró su vista.
“¡Por fin! ¡Dios llevo tanto tiempo pidiendo que este día llegase!” Su padre se encontraba a unos metros de distancia mirándolo. “Calla viejo” grito su hijo “Este es el día en el que por fin te callas la boca, cucho sin suerte”. Le hervía la sangre. “¿Probaras ser hombre? ¡Ven que te estoy esperando!” El hijo retrocedió un paso y luego empezó a correr hacía su padre lleno de ira. Con cada uno de sus pasos la tierra temblaba y en la distancia se escuchaba una gran estampida. Toda la ira, la agonía y el odio que había guardado en su cuerpo por la culpa de su padre iba a ser devuelto. El viejo parado con una sonrisa malévola tranquilamente esperando la furia de su hijo.
Despertó del sueño total, miro a su alrededor, las olas se hallaban apaciguadas. Se paró de la silla donde se encontraba. Tenía lagrimas en sus ojos. Esa había sido la ultima vez que había visto a su padre desde. ¿Ya hace cuanto tiempo?
“Nunca podré librarme de mis recuerdos” se dijo a si mismo. Miró al reloj, eran las cuatro de la tarde. “Perfecto” se dijo así mismo. Fue a su gaveta y sacó su revolver y se encaminó a la playa. Cuando llego a esta se montó al viejo muelle de sus memorias. Llego a la punta de este y se encontró a unos cuantos metros de la playa. Desenfundó su revolver. Inhaló aire. Apuntó con el cañón de este el costado de su cabeza. Dejo que una lagrima dividiera sus mejillas. “¡Bang!” gritó una voz familiar detrás de el, seguido por una carcajada. El joven bajó el revolver y volteó, vio a un hombre de barba blanca y aspecto tosco mirarlo, reconocía esa cara, esa malévola sonrisa yacía en su rostro. La cara del joven ya se encontraba invadida por el asombro con sus ojos y boca totalmente abiertos. “Mocoso, tu siempre me decepcionas” le dijo su padre. Extrañamente se sintió acompañado.

lunes, 26 de abril de 2010

¿Loco?

Inmóvil, que mejor palabra para definir su estado. ¿Indefenso? ¿Patético? ¿Débil? Existen tantas palabras para definir su estado. Sus brazos uno amarrado contra el otro, sus piernas siendo sujetadas bajo una gruesa tela. Miró a todas partes. Decidió no gritar. Recordó ese constante deseo de no despertar amarrado luego de irse a dormir, imploraba que saber que era lo que hacía como para que tuviesen que amarrarle. No lo sabía, y ya lo había preguntando bastantes veces. Agitó sus brazos pero fue inútil, no funcionó, todavía se hallaba amarrado. Decidió cerrar los ojos para ver si esto le ayudaría a escapar, los cerró tan duro que lastimó sus párpados. No gritó por el poco de cordura que aun preservaba. -De nuevo, este lugar, prisión.- se dijo así mismo. Estaba aterrorizado, de un momento al otro comenzó a temblar. Las lagrimas caían por sus mejillas. Aun aguantaba, “no voy a gritar” una ves mas, “no gritaré ni hoy ni nunca” aguantando su ira. Miró frente a el como la perilla de una puerta se abría. Segundos, todo ocurría en segundos. Aprovechó y reviso el perímetro, nada sospechoso, como siempre, se encontraba dentro del consultorio pero no nada era sospechoso, todo era normal, tan normal que era desagradable tan normal que cualquiera podría volverse... Miró a la puerta, se abrió un poco. -Todo es mas lento- pensó, -Utilizare esto a mi ventaja- y empezó a mecerse en la silla hasta caerse en el suelo. -Soy tan asusto- Pensó, -Ahora no va a saber que yo estoy acá y tendrá que ir a buscarme-. Se rió para sus adentros. Pudo escuchar el crujido de la puerta al abrir, un sonido que le destruía toda paz interna. De nuevo se sintió en caos, atrapado. El sonido de los zapatos resonaba por el suelo de madera. Luego frente a el vio como las ruedas de la silla frente a el se se movían y luego volvían a su lugar. Unas piernas tapadas por un pantalón marrón le enfrentaron. Arriba en el pupitre podía escuchar como el hombre movía las cosas de este, abría cajones, cerraba cajones, movía carpetas, las sacaba, luego las guardaba. Esa uniformidad lo estaba volviendo loco. Dentro de su trance ignoró la voz del hombre, ya llevaba un buen tiempo hablándole. “¿Esta muy cómodo el suelo Andrés?” le preguntó con énfasis. -¿De nuevo, esa voz, por que esa voz, por que no alguien diferente, no importaba quien, por que no una voz pero un sonido, por que no un sonido pero una señal, como encender la luz dos veces, por que todo era tan ordinario?- se preguntó. Intentó arrastrarse por el piso pero no lo logro, el hombre del estudio sintió sus desesperados movimientos. “Te sientes intranquilo el día de hoy. Puedo notarlo.” le dijo suavemente casi murmurándolo. Lo aguantaba, con debilidad pero lo hacía, no iba a gritar, no a menos que. “Bienvenido una vez mas al hospital Andrés Rincón.” se encontraba todavía en el suelo, con los ojos totalmente abiertos, lagrimeando, -no puede ser cierto- pensó, -por favor, no, no, no por favor, no de nuevo, no me hagan esto- Todo se calló durante segundo. El único ruido venía del reloj de pared. Tick tock, tick tock, tick tock, tick tock, tick tock. Tick, tock, tick, tock, tick tock, tick tock, tick tock, tick tock, tick tock tick tock- en su mente era una excusa para distraerse continuar con la secuencia, una ronda mas. -Tick tock tick tock tick tock, tick tock tick tock tick tock, tick tock tick tock tick tock tick tock tick tock tick tock- Duró así hasta que el doctor apoyó su cara por el escritorio mirándole a los ojos. “Hola Andrés.” No pudo contenerse. Grito a pulmón puro, grito y grito, duro minutos gritando sin detenerse, con aire y sin aire, es lo mismo, se encontraba aterrorizado. Gritó hasta mas no poder. Y cuando se detuvo se halló llorando. No quería detenerse, quería continuar gritando, se sentía frustrado. Con su cara totalmente empapada se resguardaba en la soledad de sus ojos cerrados, intentando dormir pero sin tener éxito. Cuando abrió los ojos el hombre se había devuelto a su silla. “Lo hiciste muy bien Andrés, has mejorado.” esa voz era un depredador para el, debía escapar, pero se encontraba enjaulado y amarrado. De nuevo intentó moverse, intento dar vueltas en el suelo, imposible, era inútil. Empezó a golpear su cabeza contra el piso, de alguna forma escaparía y no importaba como, si era física o mentalmente, no quería estar ahí. Se golpeó hasta que por fin cayó en un pesado sueño. En su sueño se encontró en una extensa planicie, leves y frescas corrientes de aire. Montañas a su alrededor, un pequeño lago junto a una choza. Un carro dentro del garage de la choza, ¿Todo eso era suyo? No lo creía. Caminó hacía la pequeña casita campestre. Para entrar debía cruzar unas pequeñas escaleras de madera. Se encontro asustado, horrorizado por las escaleras, las miraba, esa madera, se podía ver como estaba totalmente podrida. Levantó su cabeza y la casa se torno verde musgo, empezó a envejecerse, cada segundo la hacía mas vieja. Después de un solo minuto, ya no había casa, era un terreno lleno de cenizas y recuerdos. “No te vallas, por favor no te vallas” le rogó a la casa cuando esta ya no se hallaba ahí. No, otra vez no, no por favor de nuevo no. Miró al cielo y grito una vez mas. En ese instante abrió los ojos, se encontraba acostado en un sofá. Ya no tenía la camisa de fuerza puesta, ya era libre a ser el mismo. Movió los brazos en el aire imitando a un pájaro. Comenzó aletear con toda su fuerza. -Voy a volar, voy a volar- en su cabeza repitiéndose eso segundo por segundo. Y al momento de emprender vuelo miro a su alrededor, se encontraba dentro del consultorio una vez mas. La ira se apoderó de el, empezó a gritar. “¡Saquen me de acá! ¡No tienen derecho alguno aprisionar un pájaro, dejen me salir de acá, entiéndanlo! ¿Hola? ¡Se que están ahí, dejen de esconderse malditos! Y mientras gritaba corrió a la puerta del consultorio trato abrirla pero estaba con llave, la golpeó, pateó, cabeceó le hizo su intento mas desesperado por ser liberado pero no funcionó. Puso los brazos en la puerta y se dejó resbalar hasta que cayó en el suelo. Llorando una vez mas. ¿Que podía hacer ahora? Se paró y se devolvió hasta el sillón donde se había levantado. Se acostó en el, se encontraba mirando el ventilador, observaba como sus aspas daban vueltas, se iban de un lugar y volvían a pasar por este repentinamente. Pensó en las faces de la vida. -¿Es el ventilador la vida de un humano?- se preguntó en su cabeza. En ese momento de nuevo entró el doctor al cuarto. “¿Te sientes mejor Andrés?” le preguntó “Hiciste un escándalo antes de irte a dormir, eres como un niño malcriado, llorando por no querer hacer algo, afortunadamente no te reventaste la cabeza, eso si hubiera sido un problema.” le hablaba sin mirarle a los ojos. El loco se encontraba mirando al suelo. Pensando en su sueño. El sol ya se estaba escondiendo. Empezó a temblar, dentro de el, estaba convulsionando, espuma comenzó a salir por su boca. “Deja de hacerte el enfermo, tu única enfermedad esta dentro de tu cabeza.” le dijo fríamente. Se sentó en su silla y se tomó una taza de cafe mientras disfrutaba del show. Cuando Andrés se detuvo este se paro de su silla, puso un taburete juntó a su paciente, lo acomodó bien en el sillon y se sentó en el taburete junto a el con un librillo a tomar notas. “Hola Andrés, ¿Como te encuentras?” Andrés le miró y por fin cedió. “Bien Doc, un poco alterado pero bien” le respondió. “¿Sabes que día es hoy mi viejo amigo?” No tenía idea alguna de que día era. “No, no tengo idea señor.” El doctor continuaba escribiendo en su libreta. “Hoy es tu revisión del mes, el 22 de cada mes vienes acá a que yo te revise, ¿Lo recuerdas?” No lo recordaba pero le daba igual, ya había pasado lo peor. Una vez mas cogió el sonido del reloj y este se apodero de el. Tick, tock, tick, tock, tick tock, tick tock, tick tock tick, tock tick tock, tick tock tick tock tick tock tick tock tick. Lo ponía nervioso, empezó a sudar.
“Te ves un poco mal, ¿me podrías decir que te ocurre?” y este empezó a mirar a su alrededor, se fijo en la hora del reloj, ya era de noche. Había ignorado este dato tanto tiempo. “Nunca estoy solo, quiero estar solo, pero siempre estoy acompañado, y aunque en el día no me moleste tanto, en la noche me asusta por que, ¡No la puedo controlar!” y el doctor se alteró un poco. “¿Que no puedes controlar?” este miró a su alrededor y de nuevo dijo “Mi seguidora, me persigue pero no me deja en paz. Le he rogado que deje de perseguirme día y noche pero no, no me responde, ella se hace que no puede hablar, pero no me puede engañar. La maldita no me quiere liberar. Y en la pared se podían ver las sombras de los dos hombres. Continuó “Me imita y hace todo lo que yo hago, quiere hacer todo lo que yo hago, no hay un solo segundo que me deje solo, eso es lo mas traumático, en el baño, ella esta ahí, en la ducha, ella esta ahí, en mis sueños, ella esta ahí, en el parque, en la playa, en la casa ...” continuó diciendo donde le perseguía hasta que empezó a gritarlo y el doctor se vio obligado a callarlo. “Aunque, si ella es ciega, yo soy ciego, y se como deshacerme de ella. ¡Apague la luz!” exclamó finalmente y el doctor se quedo mirándolo con el ceño fruncido. “Hágalo, ¿Qué espera? ¿No ve que no estamos solos?” El doctor preguntándose de que hablaba se paró de su taburete y se quedo mirándolo. “¡Por no lo hace!” le gritó desesperado, su voz rasgada y llorando. El medico se sentó de nuevo. “No veo el por que hacerlo. ¿Por que no lo hace usted?” y en este momento el paciente se quito su zapato y lo tiró hacia la bombilla en el techo. Oscuro, todo se encontraba oscuro, una vez mas. “¡Por que hizo eso!” grito el doctor sorprendido. “Ya estamos solo, ya no nos persigue, ella puede llegar a ser muy persistente doctor.” le dijo el paciente por fin aliviado. En la oscuridad el doctor apenas podía verlo. Lo poco que podía detallar era la cabeza de un hombre que dirigía su mirada al suelo. Todo había cambiado ahora, el psiquiatra se hallaba totalmente aterrorizado, aunque estas sensaciones le eran familiares se abstuvo de pedir ayuda. No era la primera vez que se encontraba con este hombre solo y lo había catalogado como inofensivo. “Doc, usted recordará por que fui enviado a este sanatorio.” la voz de su paciente había sufrido un cambio total, ya no era el mismo. “Y usted no quiso creerme cuando se lo dije, lo repetiré por última vez. ¡Yo no la mate! Fue ella, yo no fui yo no tengo nada que ver.” le dijo con un tono de voz bastante paciente y tranquilo. “No vas a responder. Es cierto, y nunca has podido creerlo. ¿Quien lo haría?” El doctor permanecía callado, en la oscuridad mirando, analizando. “Repetiré mi historia como siempre lo hago cuando vengo.” y totalmente concentrado empezó a narrar su historia y nada lo detuvo hasta que termino, totalmente concentrado, recordando y hablando y sufriendo bajo la gran sombra de su pasado.
Yo te lo advertí. ¿Por que no me creíste cuando te lo dije?

Me encontraba en un parque, era un hermoso día. Me senté en la banca roja frente al lago. Lo observé, la naturaleza, hermosa. Saqué de mi chaqueta un cigarrillo y lo encendí, apoyé mis codos en mis piernas. Estaba descansando. Inhalé un poco mas del cigarrillo. Me preguntaba cual era el verdadero significado de la vida. Era una pregunta constante, nunca desaparecía. Cuando termine de fumar me levante de donde me encontraba. Miré alrededor mío, me encontraba tan solo. Totalmente rodeado de personas pero cada una en su propio negoció. Niños corriendo, parejas besándose, hombres y mujeres leyendo, pero todos tenían a alguien junto a ellos, alguien a quien acariciar, alguien a quien amar. Me encontraba rodeado de gente. No conocía a nadie que me rodeaba. Miré al piso. Ahí mi silueta se encontraba sola, igual que yo. Decidí irme. Caminé hasta un cafe. Le pedí a la camarera un tinto. Me quedé pensando. Siempre pensando, ese es uno de mis grandes problemas, nunca dejo de pensar, siempre pienso y pienso y pienso y no hago nada mas. Muchas cosas no se deben analizar y aunque estoy consiente de esto, continuó haciéndolo una y otra vez. Miré en la pared del cafe y vi un reloj, su segundero andaba lentamente haciendo un suave Tick y un grave tock. Tick tock, tick tock, tick tock. El tiempo es una maldición, un castigo. Y no tuve tiempo alguna para darme cuenta ella a que horas se sentó frente a mi. Tenia en su mano una botella de agua. “Hola” me dijo muy tímidamente. Me quedé mirándola. ¿Por que se había sentado frente a mi? ¿Que hacía? ¿Quien era? “Hola” le respondí. “¿Te conozco?” no quería ser grosero, pero la curiosidad me mato. “Soy una persona, que se siente sola y le serviría un poco de compañía” Se sentía mal, estaba muy apenado. Fue hipnotizado por sus ojos azules, su piel blanca y su hermosa sonrisa, su esbelta figura. “Señor” una voz en la lejanía, “Señor” de nuevo, me estaba interrumpiendo, no quería quitarle el ojo de encima a la mujer de ojos azules, no quería perderla como había perdido todo lo demás. “¡Señor!” exclamo la camarera despertándome de mi trance. Le mire a los ojos a la mesera, tenia en sus manos la bebida que yo había pedido. “Lo siento señor, pero acá traigo su tinto” lo puso en la mesa y se retiró. Cuando devolví mi vista a la mujer esta se estaba riendo. “No te preocupes, yo lo tomo como un cumplido” se había dado cuenta que me tenía hechizado. Me sonrojé. Lo que quedaba de la tarde estuve con ella. Al otro día volví a recibir una llamada de ella para que nos viéramos. Y así continuamos hablándonos hasta que nos enamoramos. Después de salir constantemente con ella y evadiendo datos que no son importantes en mi historia terminamos viviendo juntos. Todos los días eran perfectos hasta esa noche en la que. Iba en mi motocicleta en la lluvia. Andaba a 100 kilómetros por hora en la carretera. Necesitaba llegar a casa rápido. Estaba muy preocupado. Y mientras me guiaba por las calles por las luces de esta y la de mi moto mi visión me traicionó y se me fueron las luces. Eterna oscuridad, esa que había reinado en mi cabeza en un distante pasado. Lo ultimo que recuerdo después de eso es haber sido golpeado por el lado, volado varios metros en el aire y haberme caído al suelo de nuevo. Sentía manos tocándome, gente hablando, unos gritando, otros opinando, otros llorando. Abrí los ojos y todo se encontraba borroso, trate mover mis manos pero no pude. “Se ha golpeado en la cabeza” dijo un hombre, “¡Esta lleno de sangre!” Intente moverme una vez mas pero fue inútil. Levanté un poco mi cabeza y de nuevo caí y la oscuridad me rodeaba una vez mas.
Desperté en el hospital. Me dolía la cabeza. Abrí los ojos y de nuevo todo se hallaba borroso. Restregué mis ojos con mis manos y se aclaró mi vista. Me encontraba en una cama. Mi cuerpo lleno de vendas. Toqué mi cabeza y también esta estaba rodeada por vendas. Me levanté de la cama y por poco pierdo el control. Era difícil mover mis pies. Caminé y me resbalé mientras lo intentaba. Llegué hasta la puerta y la intenté abrir. No pude, tenía el seguro puesto. Golpeé la puerta hasta que llego una enfermera sobre la cual dejé caer mi cuerpo y esta aguantó todo mi peso. “¿Señor se encuentra bien?” me preguntó. “No.” le respondí. “Debo irme.” y otra ves caí dormido. Cuando desperté estaba de regreso en la cama, un doctor empezó a explicarme acerca de una enfermedad. Dijo que iba a sufrir desmayos repentinos de ahora en adelante. Tuve el impulso de querer golpear al doctor. No sabía que me pasaba. Cuando este por fin cerró la boca. Le dije que llamará un taxi, no había tiempo que perder, ya era de día y mi mujer me estaba esperando. Tuve que controlar mi mente, todo se movía tan rápido que aveces me perdía en mis propias acciones. Cuando por fin llegue a la casa encontré a mi mujer sentada en el comedor con su cara llena de lagrimas. “¿Amor? Que tienes, mi vida. ¿Que esta pasando?” pero ella no decía nada. Solo miraba a la misma esquina en el fondo del cuarto llorando. Sus hermosos ojos se encontraban estropeados por unas grandes ojeras. La abracé, no sabía que hacer, ella no quería hablar conmigo y yo me encontraba desesperado. Poco a poco comenzó a reaccionar y a moverse. Estaba muy triste y eso me partía el corazón. El tiempo poco a poco empezó a curar sus heridas pero a incrementar las mías. Empecé a tenerle fobia a mis alrededores, me sentía perseguido y vigilado. Aunque me encontrase solo sentía una compañía, una compañía perversa. Física, emocional, dentro de mi mente y afuera de ella. Ella jamas me dejaba solo. Mi mujer empezó a presenciar esto y se preguntaba que pasaba. Muchas veces me preguntó si estaba bien, luego llego con la conclusión descabellada que yo la estaba engañando. Verdaderamente no la culpo. Después de ese accidente en la moto jamas volví a ser el mismo. Poco a poco la oscuridad empezó a tomar control sobre mi. Y fue así hasta que me encontré mejor en la oscuridad que en la luz. El día era engañoso para mi, en la oscuridad estaba solo. O eso creía. Una noche estaba hablando con mi mujer. Ella no podía aguantar mas esta situación. Se iba. “Tienes que entenderme, te amo, pero no aguanto mas. Me estoy destruyendo acá adentro.” me dijo con lagrimas en su rostro. “No te vallas, yo te prometo que lo voy arreglar, empezaré a ir al psiquiatra para ver que me esta pasando.” Le respondí pero ella se negó “No amor, ya es muy tarde, debo irme.” Y cuando se volteó para irse yo me derrumbé emocionalmente. Lloré durante horas. Encendí la luz. Algo no se encontraba bien no escuché la puerta golpearse ni a ella salir de la casa. Después sentí la mas desagradable sensación que había tenido en toda mi vida. Salí del cuarto y sus hermosos ojos azules se encontraban blancos, con su boca abierta y con una larga y gruesa cuerda que le apretaba el cuello. “No, no puede ser.” en la pared inscrito en sangre. “No estas solo, nunca lo estas, siempre estoy a tus pies.” Dió un paso hacía atrás y empecé a gritar, caí desmayado en el suelo.

“Cuando me desperté me hallaba acá por primera vez. ¿Que opina doctor? ¿Ahora si va a creerme? Silenció absoluto. “¡Doctor responda!” volvió a ser el una vez mas. Sintió un desagradable olor y corrió a encender la luz. Al mover el interruptor esta no se prendió, la bombilla estaba rota. Se lanzó contra las ventanas abrió las cortinas y vio como lentamente se aproximaba el amanecer. Un pequeño rayo de luz comenzó a invadir el cuarto lentamente. Poco a poco la luz destruía la oscuridad. Andrés lentamente siguió la luz hasta que esta iluminó todo el consultorio. En la pared de este ya se reflejaban dos siluetas. Una desesperada en la tierra con sus manos en su cara llorando. La otra colgada del techo. Una vez mas el cuarto se hallaba invadido por el Tick, tock, tick tock.

El Bosque

Se encontraba de viaje, había decidido alquilar una cabaña en los bosques, un alejamiento, un descanso de la sociedad. Esta vez había decidido viajar solo, a comparación de todas las veces. Se encontraba en su carro, escuchando música a todo volumen, cantándola con emoción y con una satisfacción interior. Tenía un buen presentimiento acerca este viaje. Aceleró cuando llego a las curvas. Iba a una velocidad impresionante. Observó los arboles desde su ventana. Cada uno pasaba mas rápido que el anterior. Cuando por fin llego a la cabaña lo primero que se dio cuenta fue de lo espaciosa que era. Era una casa totalmente enorme. Toda labrada de madera. Su material todavía se veía joven y estos detalles lo estimularon. Entró en esta, miró a su alrededor. Sintió una fragancia a hogar, se sintió como en casa. Se devolvió al carro y saco sus maletas, se dirigió al cuarto principal y desempacó. Mientras hacia esto un pequeño detalle le llamó la atención. Por afuera de su ventana un tenue pero hermoso resplandor se podía ver. Se levantó de la cama, miró al suelo durante 2 segundos y cuando se encaminó a la ventana a investigar de donde venia el resplandor este ya se había desvanecido. Fue a la cocina. Desempaco su maleta de comida. -Fui muy ingenioso, si llegaba a venirme sin comida. Me encontraría con la necesidad de volver a la civilización pero...” y no pudo acabar su oración por que cuando abrió la nevera esta se hallaba llena de comida. Todas parecían frescas. En el refrigerador había una pequeña nota colgada. “Que lo disfrutes” y tenia la firma de la compañía a la cual le alquiló la cabaña. Se sintió estúpido. -¿Quien lo creería?- se dijo así mismo. Volvió a su cuarto. Abrió las cortinas y se quedo mirando al bosque. -Estoy tan seguro que yo vi algo, no me van a engañar.- entonces cogió su pequeña lampara y se encaminó al bosque. En la oscuridad de la noche, lleno de curiosidad empezó a caminar, árbol por árbol, era todo lo que veía todo estaba lleno de árboles. ¿Pero que esperaba si era un bosque? Cerca de el sintió un perro aullar. Empezó a escuchar pasos por todas partes. Se puso muy nervioso, se sentía perseguido. Pensó en devolverse pero ya había perdido su camino. De nuevo el aullido del perro. Miró al cielo, la luna estaba completo. ”¡Que hermosa luna!” exclamó en voz alta para no sentirse perdido. ¡Pasos! Escuchaba las hojas crujir en el suelo. “¿Hola, hay alguien acá?” No, aparentemente no había nadie. “¡Ayuda!” se encontró gritando por auxilio pero sin respuesta alguna. Cuando por fin se rindió de buscar ayuda decidió dormir dentro del bosque. En un abrir y cerrar de ojos el apareció en su cama y ya era de día. Se paró de la cama inconsciente de la noche anterior. Miró por la ventana, la persiana se encontraba abierta. Recordó la noche anterior. “Estúpido sueño” se dijo así mismo. Se dirigió al baño, se cepillo los dientes, luego orinó en el baño. Continuó dialogando en su cabeza la noche anterior. -No, eso no fue un sueño, pero ¿como aparecí en mi cama?- tal vez de la misma forma por la cual había comida en la nevera. Decidió ir a mirar el resto de los cuartos. Todos estaban vacíos salvo por un altillo. Entró al altillo. Todo estaba lleno de polvo. Se encontró ahogado por este. Buscó el cuarto del aseo y empezó a limpiar el altillo. Primero barrió todo el piso, luego lo limpió con un trapero. Cuando terminó con el suelo, sacó un trapo y empezó a limpiar la mesita de noche dentro de este. Notó algo que no había visto antes, un porta retrato con la foto de una mujer. La bella niña se encontraba sonriendo en la foto. La miró con los ojos abiertos. Calló enamorado en el segundo que la vio. Tenía unos hermosos ojos color miel claros, pelo marrón oscuro, una preciosa piel trigueña y una sonrisa inspiradora. Cuando salió del trance en el que se encontraba, devolvió el retrato a su lugar y volvió a su cuarto. Estando allá se preguntó a si mismo quien podía ser ella. Quedo totalmente hechizado. Espero encontrar algo en la despensa y lo hizo. Abrió esta y saco una gran botella del vino. Luego saco una pequeña copa y se la sirvió completa. Tomo un sorbo. Bajo la copa y la puso en el suelo. Juntó sus manos. No había pasado el poco de vino que tenia en su boca. Lo de gustó durante un buen rato. Concentrado en la esquina, mirándola, no podía parar de hacerlo, estaba pensando en ella. Por fin tragó ese poquito de vino, y no se dio espera para tomar otro poco. Pensó en su incoherencia, como se iba hallar enamorado de una mujer que vio en una foto empolvada. No lo sabía pero ella continuaba invadiendo su mente, cada vez mas. Sin opción alguna, no lo iba a permitir. Si era necesario mataría la botella entera. Duró horas tomando de la botella hasta que esta llego a su fin, y con esta su cordura. Balanceándose salió de la casa. Sorprendentemente con un gran sigilo. Corrió hacía el bosque una vez mas, desesperado. Se agarró de los arboles, escuchó los animales, el crujir de las hojas, ya nada importaba, no sabía lo que hacía. Golpeó su cabeza contra un árbol. Todo se veía borroso. Continuó corriendo, empezó a escuchar música a la lejanía. Una luz blanca al final de los árboles, estaba ebrio pero todavía podía reconocer que los pilares de madera a su alrededor eran árboles. En su embriaguez llegó a un lugar cual con lo que aparentaba ser una decoración festiva. Una luz blanca, entre mas se acercaba mas brillante y cegante se volvía esta. Se encontró perdido dentro de esta. Parpadeo y apareció en su cuarto, con un pesado dolor de cabeza pero todavía ahí. Una botella vacía a su lado y una copa rota en el suelo. Todo lo demás le era borroso, no entendía que pasaba ni donde estaba. Cuando se aclaro su vista recordó todo lo que había pasado la noche anterior. Le entró melancolía, melancolía de no tener a la mujer que amaba, que ni siquiera había conocido. Recogió los fragmentos de cristal que se extendían en el suelo. Utilizó la luz cegante como consuelo, algo dentro de esa memoria le hacía sentirse bien. Se sintió cansado. Segundo a segundo mas desgastado, eventualmente cayó en un sofá fusilado. Tuvo un extraño sueño. Luces de todos los colores, hombres vestidos con smoking, mujeres con vestidos de gala. Cada uno tenía un antifaz que cubría su rostro escondiéndolos. Cada invitado tenía un color diferente que brillaba y se dispersaba tinturando el color oscuro de la noche, invadiendo su espació simulando ser humo. En el cielo yacía unas lamparás redondas cuales iluminaban los bordes de la celebración con la realidad. Todos bailando en la oscuridad formaban una fogata con los mas hermosos pigmentos, las auroras boreales perfectas, el arco iris inigualable, las nebulosas mas lejanas. Vio como un cuerpo se movía, volteó su rostro haber quien era y ahí, frente a el se encontraban, en su cara un antifaz cual haría imposible reconocerla si no fuera por esos hermosos ojos color miel y el tono de su piel. Se perdió una vez mas en sus ojos ahora todo parecía cierto hasta que despertó. Todo estaba oscuro, había dormido todo el día y ahora se vería obligado a caminar en la noche. Tenía mucha hambre. Se dirigió hasta su nevera, comió lo primero que encontró y sin siquiera darse un baño se encaminó hacia el bosque. Esta vez no cometería el error que antes había cometido, esta ves amarro un nilón en el árbol que le daba su bienvenida al bosque. Se aventuró una ves mas dentro de este. Nunca se había sentido mas asustado. Por mas que ya hubiese recorrido este en estados consientes diferentes pensó que era una locura hacerlo pero no podía detenerse, había perdido su voluntad, algo le jalaba adentro, cada ves mas dentro del bosque. Escuchó en la distancia lo que aparentaban ser instrumentos. Una hermosa melodía. Continuó su caminó, la música se intensificaba. Cuando ya empezó a sentirse cerca del lugar de origen de esta vio como una pequeñas lamparas redondas colgaban de un delgado hilo de los árboles frente a el. Lentamente se acercó a ellas, se escondió detrás de un gran tronco y observó la reunión que ya se hallaba frente a sus ojos. No podía creerlo, era su sueño, su sueño vivo, los colores, los antifaces, el baile, y pero faltaba algo, no podía encontrarla a ella por ninguna parte. La busco desesperado pero no la encontró. Decidió invadir la fiesta y al hacerlo todos los rostros se voltearon a verlo y como humo volaron en la oscuridad de la noche. Se desvaneció la música, la decoración la música y su esperanza. Cayó de rodillas al suelo no podía creerlo. Pensó en otra oportunidad, lo intentaría la próxima noche y engañaría a esas criaturas para que lo aceptasen dentro de esta. Con poca esperanza pero con una idea en la cabeza, corrió de vuelta a su cabaña. Antes de entrar en ella volteó miro de nuevo al cielo y en el horizonte en este yacía el nacimiento del nuevo sol señero. Cuando ya se encontraba dentro de la cabaña busco dentro de su equipaje para ver si había empacado su smoking. No se encontraba. No importaba como encontraría uno, una nueva esperanza se apoderó de el, dentro de algún armario de esta casa abandonada podría haber uno escondido. Esculco todas partes, sin éxito, desesperado. Se sentó en su cama y empezó a cuestionar su nueva idea. Aclaró su mente, algo dentro de su corazón le apretaba su esperanza y no la dejaba ir. Repentinamente recordó el altillo. No lo había revisado, no todavía, subió las escaleras de este y se encontró una vez mas frente a la imagen de su amada. La ignoró, aunque le dolió hacerlo pero no había tiempo que perder. Encontró el armario y al abrirlo como un regalo del cielo encontró la pieza completa del vestido. El smoking negro, con su antifaz blanco, lo saco de este y se lo probó. A la perfección, rió hasta mas no poder, esta era su noche. El día se le hizo eterno hasta que la noche por fin se dignó a aparecerse. Miró por su ventana, totalmente rodeado de oscuridad. Sonrió, estaba muy emocionado. Primero comió. Si la idea en su cabeza era acertada esta seria su última cena, aunque no le importaba que fuera así. Cenó, lavó los platos y luego se dirigió al baño. Se cepillo los dientes y se metió en la ducha. Dentro de esta se empezó a sentir mas y mas seguro. -Nada puede salir mal esta noche- Pensó y cuando termino de asearse. Se vistió, observo el reloj, eran las once y media de la noche. Ya casi es media noche debo apurarme. Cuando ya estaba listo salió de la cabaña, cuando se encontraba en la puerta miró por ultima ves la cabaña antes de irse. Cerró con todas sus fuerzas, escuchó el crujido de la puerta al cerrar. Una lagrima se escapo de sus ojos. En su rostro una sonrisa. Corrió hacía el bosque, totalmente ciego de cualquier peligro dentro de este. Era lo último que pensaba su cabeza en ese momento. Ya varias veces dentro de este y nada le había ocurrido. De nuevo, a la distancia, escuchaba la música. Salvación a ti me acerco. Bajó el rendimiento del paso y comenzó a caminar. Ya podía tranquilizares, calmar su emoción. Sintió que algo le pesaba en el bolsillo, tal vez la exaltación de esta noche no le había permitido percatarse de aquello. De esté saco un gran tabaco y un encendedor, los dos con un color dorado, el tabaco en su envoltura y en encendedor en su cobertura. Empezó a intensificarse la música, la sentía a su alrededor. Cuando vio frente a sus ojos de nuevo ese vasto árbol sintió que algo dentro de su cuerpo se prendía, la llama de esperanza estaba viva, no era una ilusión. Ahí se encontraban las pequeñas lamparas redondas colgando, esperando. Se sentó en la base de este árbol durante unos segundos. -Adiós mundo- Pensó. Sacó el tabaco y empezó a fumarlo. Tuvo una idea, si el color de aquellos seres se disipaban con la noche el tendría que hacerlo también sino una vez mas seria expulsado. -Así es como funcionamos los humanos- Pensó, simultáneamente comenzó a regar su cuerpo con bocanadas de humo. Al terminar el tabaco se encontró rodeado por su humo. -Perfecto- pensó. Se puso el antifaz y entró. Todas las caras voltearon una vez mas, lo miraron por segundos. Este caminó tranquilo y seguro de si mismo. Aunque su color fuera el humo negro nadie lo rechazó esta vez y la fiesta continuó. Se sentó en una banca y miro al cielo. De nuevo observó los hermosos colores de este. Se sintió dentro de su sueño y junto a el se sentó alguien. Era un hombre. “¿Bueno muchacho, ya estas listo?“ preguntó. Su voz era celestial. “Nunca me había encontrado mas listo caballero.” y una mano le toco la espalda. “Me has hecho esperar” dijo una voz suave. Volteó su mirada y los vio. Esos hermosos ojos frente a el, no podía creerlo. Quedó estupefacto bajo su mirada. Ella rió y le ofreció bailar. Este no pudo responderle, había encontrado lo que tanto añoraba y la acompaño al área donde se encontraban todas las parejas. La cogió entre brazos y bailaron, su cuerpo se encontró cayendo en un pesado sueño. Se encontró unido en la hermosa fogata boreal, haciendo parte de sus espectaculares colores.
Semanas después se encontró el cadáver de un hombre entre los arboles de un peligroso bosque. Un lugar cuyas leyendas le apodaban. “El bosque de las almas.”

Libérame

“¡Libérame! ¡Déjame salir! ¡Deja de guardarme! ¡Inútil, sácame!”
Mi única respuesta era no, no, no. “No vas a salir, te vas a quedar donde estas.”
“¡Soy tu! ¿No puedes ser sincero contigo mismo? ¿Piensas ignorarme? ¡Libérame!”
A esto le había temido toda mi vida. A que por fin lograse salirse el demonio dentro de mi. La ira concentrada, tantos años guardando. ¿Perdería la batalla? Ya hace años deje ese yo en el pasado. Interesante, eso suelo decir cuando pierdo el control, interesante. Y muchos factores me hacen perder el control pero intento ignorarlos, empiezo a silbar, trato escapar pero es imposible. Ese dialogo interior todavía esta luchando. ¿Por que no terminan de una vez por todas? Desespero. Maldito desespero. Observó al rededor mío y no encuentro nada raro. Dentro de mi una llama encendida. ¡Quema mis adentros! ¡Quema mis brazos! ¡Quema mi alma! Y de nuevo vuelvo al caos. ¡Estúpida sensación! ¡Sálveme! ¡Que alguien me salve! ¡Me estoy quemando, me estoy retorciendo!
Golpeé la pared con mi puño desnudo. No fue suficiente. Volví a golpearla. No es suficiente. ¡Nunca es suficiente! Me encontré golpeándola con mis dos puños hasta que estos estallaron! La sangre marcada en mi pared. Sin palabras comencé a gritar. Desesperado. ¡Caos yo te maldigo! Continué golpeándola. ¿Por que jamas te acabas? ¿Que mi ira no puede perforarte? Y duré así durante 15 minutos, golpeándola, creyendo que el dolor de mis nudillos reduciría el calor dentro de mi. Continué gritando. Agarré mi cara con mis dos manos. Lo había dejado salir. ¡Control! ¿Donde estas maldito control? Te estoy llamando. Y cuando por fin pude controlarme me encontré apoyado sobre la teñida pared, llorando, sin consuelo alguno llorando. Llorando hasta deshidratarme.
De nuevo se despertó la llama. Aguanta, aguanta un poco antes de que se apodere de nuevo de ti. Pero una vez mas me llevo preso, y me vi obligado hacer cosas que deseaba hacer.
Entré en mi casa. De nuevo golpeé la pared. Destrucción, sed de destruir. Lo primero que se topó en mi camino fue un jarrón. Entre manos lo destruí contra la pared. Segundo un comedor. Levanté una silla y la arrojé sobre la mesa de vidrio. Y lloraba, mi corazón lloraba. Agarré la base y la bote contra el bar. Todas las botellas en la vitrina de este se reventaron. Era mi fin, a quien le interesaba el alcohol en este momento. ¿Puerta corredera de vidrio? Atravesada por mi puño. Muy dentro de mi, el poco de cordura que me quedaba rezaba por no encontrarme con ninguno de mis seres queridos. No era yo, yo no haría eso. ¿Computador? Chatarra en el suelo. ¿Raqueta de squash? Pared más fuerza iguala a destrucción. ¡Alguien agárreme de los brazos! No me quiero destruir. ¡Ayuda! Sáquenme de acá por favor. La ira, me controla. Y de nuevo perdí el poco de cordura que me quedaba y con todas mis fuerzas golpeé la pared una última vez. Por fin algo me detuvo, el dolor me desmayó. Un recuento de mi pasado. Desperté en mi cama. Llorando, antes de despertar ya me hallaba llorando. Recordé todo lo que había hecho la noche anterior. ¿Por que? Creí tener la fuerza para controlarme, tantos años de practica y tenia que suceder hoy. Entró al cuarto. Mi viejo amigo de la infancia. “Bueno, no se si ya se siente satisfecho, mire todo el desorden que ha ocasionado. Volvemos a los viejos tiempos ¿no?” Yo me quede callado mirando al suelo. Las lagrimas invadían mi rostro. “Si, yo conozco esa cara, crecí viéndola. Pero ya es un nuevo día.” En ese momento abrió las persianas y entro el sol. “Es un nuevo día, por lo menos ya sabemos que usted puede perder el control en cualquier momento. ¿Eso es bueno, no le parece?” Continuaba callado. Caminó alrededor mío. “Es triste verlo así. Es triste verle pagar una condena que usted no se merece” y continuaba caminando alrededor mío. “Fue mi culpa, no pude controlarme, me he fallado.” le respondí con un susurro. “Usted siempre se falla. ¿Por que no salimos? Necesita un poco de aire fresco, tal vez un poco de medicina.” En ese momento observé mis manos. No me explico como no me desangré. Me paré y este me abrazó. “¿Para algo me tiene no? Tranquilo todo va a estar bien.” De nuevo me encontré en lagrimas. Le abracé de vuelta. Desesperado, llorando. “Ayúdeme por favor, sáqueme de acá.” Me agarró del brazo y sin palabra alguna me saco de la casa. Me llevó a un parque. Nos sentamos en una banca frente a un lago. En este habían patos. “¿Quiere hablar de lo que ocurrió la noche anterior?” me preguntó. “No, evitemos el tema.” le respondí pero sabia que era inútil. “Vamos hombre déjalo salir.” Me respondió. Me quede callado durante unos segundos. “El pasado, recordé todo, reviví todo.” No lo miré al rostro. “¿De nuevo? ¿Cuando se piensa liberar de los fantasmas del pasado?” En ese momento me paré. Yo me hacía la misma pregunta. ¿Hasta cuando?
Empecé a caminar y este a seguirme. “¡Hey! ¿A donde cree que va?” continué caminando cada vez mas rápido. Me dejé llevar por mis pies, empecé a trotar, luego a correr, luego a escapar. No quería que fuera cierto. Nunca mas quería verme al rostro.
Cuando paré el se encontraba a unos metros de mi. Había corrido detrás mío. “¿Cuanto ha pasado desde la última vez que se había perdido dentro de usted mismo?” Volteé lo mire a los ojos. “Mas o menos nueve años diría yo.” le respondí. “Que interesante, ha pasado bastante tiempo. No es raro que este así.” me respondió “Estoy orgulloso de usted, duro muchos años sin dejarse llevar por esa bestia cual lo consumía tan continuamente cuando éramos niños.” Era cierto, tres años de psicología intensiva me libró de ese monstruo por tanto tiempo. “Recuerdo que los médicos nos explicaron de los altos niveles de adrenalina que sus arranques le causan. También los psiquiatras nos hablaron de la combinación mortal de sentimientos con rabia y adrenalina. Me pidieron que me alejara por mi propio bien. Pero acá estoy sano y salvo, y salvo de las muchas veces que lo viví, usted nunca me hirió. Siempre se causaba daño a usted mismo, siempre apartado de los demás para procurar no destruir vidas que no le pertenecen.”
Me quedé callado. Lo miré. “Yo conozco esa mirada. ¿A quien esta desafiando?” le sonreí y este se rió. “Esta bien, si no hay mas remedió.” Me dio una palmada en la espalda. “Pero esta vez no lo dejaré ganar.” y corrimos hacia el anochecer.

Olvidada Soledad

Una vez mas me senté en mi estudio. Un gran vaso de agua mi acompañante, sin hielo, y tibio. Hice un recuento de mi vida. Recordé esa tarde que marco mi vida. Fui un niño muy maltratado y aunque mi madre intentó darme todo el cariño del mundo, la furia de mi padre siempre cruzaba su camino. La noche que me destruyó como ser humano. Lo recuerdo como si fuera ayer. Como siempre la tormenta se hallaba presente, todavía puedo escuchar los truenos. Mi casa, emocionalmente en llamas. El frío corazón de mi padre quemaba las paredes, cada paso incineraba el suelo, todo lo que su mano tocaba y finalmente sus alrededores, todo destruido. Era un hombre lleno de odio, un psicópata. Yo me había obligado a verle golpear a mi madre varias veces, también a traerle los objetos con los cuales finalmente me golpearía. Esa noche nublada como ninguna otra, todavía esas nubes negras me persiguen en mis pesadillas. Tenía mas o menos unos 16 años. Me encontraba en mi cuarto, mirando al techo, pensando en la vida y en el castigo que representaba. Mi padre aun no llegaba de esos viajes que el llamaba de negocios. Por mi parte yo me encontraba totalmente cómodo con sus viajes, mi madre no tanto. Era increíble como ella se podía encontrar enamorada de severo demonio. Por mi parte, yo le temía, era un monstruo, bueno, yo considero un monstruo como un cumplido. Mi madre se encontraba lavando los platos, restregando cada uno pacientemente. “Jorge, ven amor” me llamo con su dulce y melodiosa voz. Di un salto de mi cama y me dirigí hacía mi madre. Para mi, el único ser verdaderamente sagrado. Le di un beso en la mejilla. “¿Máaa, me estabas llamando?” le pregunté. “Si Jorge, ayúdame a limpiar la casa, tu padre esta por llegar.” Nuestra casa era un pequeña y hermosa casa de madera a las afueras de la civilización. Tenia tres cuartos y dos baños, una pequeña sala, un comedor y la cocina. “No puedes estar hablando enserio. ¿Otra vez? ¿Por la llegada de ese desgraciado?” le reclamé. “Si, por favor ayúdame.” ¿Acaso tenia opción? Empezamos a limpiar la casa y terminamos una hora mas tarde. Yo me bañe y me dirigí a dormir. Mi madre me dio el beso de buenas noches y se fue a su cuarto. Yo, acostado en mi cama, ignorante de la vida. Me deje llevar por el mundo de los sueños, un lugar mágico. No tendría que vivir mas esta vida ahí adentro. Estaba en escapar. Una noche de tormenta vería mis pies corriendo por el bosque, sin rumbo alguno solo corriendo. Podía escuchar los gemidos de una mujer a lo lejos. Los ignoré. En mi sueño me detuve frente a un inmenso árbol. Lo mire, en su base tenía inscrito: escapa. En ese momento escuche un golpe, simultáneamente desperté. “Jaime, por favor no, vas a despertarlo” le dijo mi madre con una gentil voz. “Calla inepta, ha llegado la hora que tu hijo se vuelva un hombre. ¿O acaso lo quieres convertir en un marica, en una niñita que no pueda defenderse?” Gritó una voz grave y escuche dos sonidos, uno era el de una cachetada el segundo era el impacto de un objeto contra el suelo. Me levanté de mi cama y salí corriendo hacia la habitación de mis padres. La abrí y pude ver a mi madre desnuda en el suelo. Mi padre parado sin pantalones con su cara enrojecida gritando. “¿Por fin despertó nuestra Rapuncel?” Preguntó con una voz tosca y agresiva. No podía creer lo que estaba pasando. Mi padre era un cerdo, pero esto era demasiado. Levante mis puños. “¿Piensas pelear conmigo?” Preguntó el cerdo. Agarró a mi madre del pelo. “¿Como te hace sentir ver a tu madre así, recién violada por su esposo? Vamos muchacho enójate.” Empecé a llorar. ¿Como se atrevía hacerle eso? Tragué saliva, mi padre con sus grandes brazos arrojo a mi madre la esquina del cuarto. Se puso los pantalones y se quitó la camiseta. Al ver a mi madre llorando en el rincón del cuarto me armé de valor y salté contra el. Intenté golpearle. Primero le arrojé un puño a la cara. Empezó a llover. Lo agarró con su mano izquierda y empezó apretarlo. “¿Es todo lo que tienes muchacho?” Pregunto mientras se reía. Con su mano derecha cargada de toda su furia golpeó mi cara. Me dejó tendido en el suelo del cuarto. Torpemente con mis pies trate de alejarme de el mientras el acercaba lentamente. Apretó los nudillos de su mano, uno contra otro. Mi madre se levantó del suelo y lo agarró del brazo. “Por favor no lo.” y antes de terminar su oración este le golpeo en la cara. “¡Cállate, mujer inútil! Veté al rincón cucaracha.” Y efectivamente eso logró por que mi madre con un moretón en su rostro corrió al rincón. “Ahora, terminaremos lo que habíamos empezado.” me dijo y continuo dirigiéndose a mi. Abrió su mano completamente y la volvió a cerrar. Se sentó sobre mi pecho. Concentró toda su ira en sus puños. Mi cara se vio afectada por esto. Me desmayé durante unos segundos. Cuando desperté pude ver como ese loco golpeaba a mi madre continuamente. Exactamente como lo había hecho conmigo. Me levanté del suelo. Mire a los ojos, a eso que solía ser mi madre. Tenía en su cara una expresión de arrepentimiento. Facialmente expresaba un lo siento, tal vez sus últimas palabras. Los puños de mi padre, empapados en sangre y con una expresión de perdida cordura en sus ojos, volteó hacía mi dirección. “Creí que habías muerto, perdedor.” me gritó y se lanzó contra mi. En ese instante el peso mas grande de toda mi vida calló sobre mi, sin palabra alguna me despedí de mi fallecida madre. Corrí siendo perseguido por mi cazador. Pateé la puerta principal abriéndola de par en par. Cuando me hallaba afuera, mire a mis alrededores. No había nada mas que arboles. Corrí hacía ellos. Aterrorizado por la furia de este señor. Todavía podía escuchar los gemidos de mi madre en mi cabeza. Suplicas llenas de dolor. Todavía estaba lloviendo y mis lagrimas se perdieron con el agua que empapaba mi rostro. Pare junto a un enorme árbol. En su base tenía inscrito: escapa. Volteé la mirada y pude ver como no había rastro alguno de mi perseguidor. Continué corriendo, así durante tres horas hasta llegar a un pueblo. Pude sobrevivir con las obras de caridad que hacía la gente al ver mi rostro lleno de espasmos y mi ropa rajada y vieja. Duré una semana en ese pueblo antes de irme a una pequeña cuidad a un par de horas de este. Allá me acogió un refugio. El director de este demandó que yo recibiera una educación escolar. Duraron días pensando que hacer conmigo antes de matricularme en un colegio mixto. Un lugar lleno de desconocidos y aunque intenté rebelarme de ellos no pude. Mi instinto de super vivencia me obligo a seguir ordenes. Ademas en ese momento ¿que mas era yo que un animal? Mis primeros días de clase fueron duros. Nadie quería acercarme a mi. Mas tarde llegaría yo a saber que como dice vulgarmente la gente “Yo inspiraba un mal aire”. Me asignaron un compañero para que me mostrara las instalaciones de la institución. No tenía ningún interés en llevarme bien con él. Apenas el profesor nos dejo a solas lo golpeé hasta que este se desmayó. No necesitaba ayuda, ya no era un niño. O eso solía creer. Duré solitario un año. A cada persona que se me acercase le amenazaba hasta que un día ella llego. Era un día soleado, me encontraba sentado en las bancas de la cafetería. Una voz aguda me dijo “¿Este asiento esta libre?” la voz de una mujer. No dije una palabra, solo retiré mi morral del lado donde esta persona buscaba sentarse. Se sentó. “¿Es un hermoso día, no te parece?” me dijo. Voltee y la observé. Era una niña que tenía pelo negro, unos hermosos ojos de color cafe, una piel morena y una gran sonrisa. Me paré y me fui, no me interesaba en lo mas mínimo apegarme a alguien.
Fue bastante persistente. Ella pudo leer el dolor en mis ojos desde la primera vez que me habló. Poco a poco el hielo que cubría mi corazón empezó a evaporarse. Me presentó a sus amigos y poco a poco dejé el odió que tanto dominaba en mi, en el pasado. De un día para el otro me encontré con un grupo de aproximadamente unas dieciséis personas. A todos los consideraba como mis seres queridos y por primera vez en mi vida no me sentí solo. Hasta una noche, un mal presagio cubrió el cielo. Este se en negreció matando la luz del día. Todas las noches de tormenta yo lloraba, pensando en ese día. Podía ignorar mi pasado mas no olvidarlo. Esa noche nos encontrábamos acampando todos en una pequeña cabaña cercana al bosque. Tuve un mal presentimiento dentro de mi, pero lo ignoré. Los acompañe hasta la cabaña que me resultaba extrañamente familiar. Decidí no entrar en ella y le di a Alvaro mi maleta para que la entrase a la casa. Me senté solo en el césped afuera de la cabaña y mire una vez mas al cielo, todavía nublado. Observé a los árboles. No podía ser cierto. Con movimientos torpes comencé a retroceder. Estaba aterrorizado. Algo golpeó mi cabeza y cuando voltee me encontré con un barandal de madera. Entré a la casa y vi un comedor, una pequeña sala, una cocina, tres baños y tres cuatros. ¡Era imposible! Pateé la puerta del cuarto principal. Y revivieron mis memorias. La gran bestia había revivido. Mi madre se encontraba en el suelo llorando. El gran hombre empezó a modificarle la cara con sus manos. Se detuvo cuando el rostro de mi bella madre se hallaba cubierta de sangre. Cayó un trueno. Mi corazón se helo. “Creí que habías muerto, perdedor.” dijo el fantasma de mi padre. El aguacero comenzó. Volteé y corrí, corrí hasta mas no poder. Me perdí en la oscuridad del bosque. Podía escuchar cada relámpago, ver cada rayo. Cuando me halle fuera de la cabaña esos mismos ojos marrones capturaron mis ojos, por unas milésimas de segundo los observé. Continuamente seguí corriendo. Podía escuchar a lo lejos las voces de mis compañeros llamando, exclamando mi nombre. Los ignoré y una vez mas emprendí solo mi corrida. Nada importaba, debía escapar de ese lugar, escapar del recuerdo de mi padre. Caí por una colina y perdí el conocimiento. Tuve un sueño. Vi un lobo correr por la pradera, totalmente solo. Correr y correr, sin detenerse ni un solo segundo. Alimentándose solo, despertando solo, durmiendo solo. Luego frente a el se presentó otra camada de lobos. Eran quince si no fallo en mis cálculos. Estos lo acogieron en su camada. Y por fin dejo de encontrarse solo. En ese momento mis oídos captaron un llanto. Era una voz que recordaba perfectamente. En mi mejilla calló una lagrima, con todas mis fuerzas abrí mis ojos y encontré frente a mi esos ojos marrones, una vez mas volvieron a salvarme. Cuando esta vio mis ojos semi-abiertos dibujo en su rostro una sonrisa. La misma que había visto el día que la conocí. Pude mover mi cuerpo y me senté en el suelo del bosque. Cuando mire arriba de la colina por la cual había caído pude ver entre los rayos de luz que las hojas de los arboles dejaban pasar a catorce personas que se me veían conocidas. Las quince personas que siempre estarían a mi lado se encontraban presentes. Mis verdaderos amigos. Caí desmayado en los brazos de mi cuidadora. Por fin no me encontraba solo. En mi largo sueño volví a mi camada de lobos, en total éramos dieciséis.

La Agenda

¨Por última vez miré fijamente al sol. Este día todo lo acabará. Las hermosas nubes yacían sobre el cielo azul. Lentamente se movían. Todas dirigidas hacía el horizonte. Envidiaba su libertad absoluta. Deseaba perderme en ese azul. Volar por este y nunca regresar donde me encontraba. Empecé a remar de vuelta a la costa. Llevaba suficiente comida para sobrevivir un mes entero. Arrojé mis cañas de pescar al lago, nunca mas necesitaría de ellas. “Este día todo lo cambiara” me dije. Llegué a tierra firme. Salté del bote. Apunte con mi revolver dentro de la pequeña balsa de madera y le dispare. Poco a poco vi a esta sumergirse y perderse en las profundidades del lago. Son las memorias de mis antepasados. Nunca volverán a flote. Hoy soy un hombre nuevo, el pasado se hundió en el océano. Llegue a mi cabaña. Entré en ella, me senté en mi cama. La observé durante varios minutos. “He vivido toda mi vida en esta casa, he sido un hijo para ella y ella una madre para mi.”
La última ves que volteé para verla, esta se encontraba totalmente en llamas. Hora de empezar a caminar una vez mas. Un largo caminó me esperaba y no había tiempo que perder. Me fui, con pasos largos emprendí el camino. Cada paso que daba se quemaba y se convertía en cenizas que serían barridas por el viento. ¿Que diría mi madre, que pensaría al ver a su hijo destruirlo todo? Ella es un pasado que de alguna forma u otra. ¡Malditas memorias! Pero ya no serán así nunca mas.¨
-Marzo 13 2010. 8:30 am.
Subió por un acantilado. Cerró los ojos, dejó que el viento acariciara su cara. Abrió sus ojos. Bajó su mirada, observó su infierno. Probablemente pensó que era lo que se merecía. Violentamente las olas golpeaban la tierra. Dio un paso atrás. Se quedo totalmente quieto. Luego violentamente dio dos pasos y salto de picada contra las rocas que se encontraban dentro del acantilado. Golpeó su cabeza con una grande roca. Un hombre vestido de blanco arriesgo su vida por salvar al hombre. Saltó dentro del agua nadó con la esperanza del salvar al hombre. El mar lo golpeó contra las rocas del acantilado rasgando su abdomen. Sin importar la furia del mar continúo nadando. Tinturó todo su recorrido hasta encontrar su objetivo. Le agarró con las manos y lo arrastró atreves del agua hasta llegar a la orilla. No iba a sobrevivir por mucho tiempo. Golpeó al hombre en la cara hasta que este despertó. Simultáneamente su salvavidas calló rendido, en la playa. Al levantarse el hombre herido pudo ver el cadáver de un hombre juntó a el.
“¿Quien soy?” le preguntó al aire. Podía sentir un peso en su espalda, un peso emocional.
El cadáver juntó a él se encontraba sin pulso alguno. “Dios mío, ¿que ha ocurrido?” Se preguntó en voz alta. Luego analizó la situación y con movimientos torpes se movió hacia atrás. “No, no puede ser. Yo no maté a este hombre.” Hablaba consigo mismo. Observó el machacado torso de su víctima, el perforado torso de este. Los dos se encontraban mojados. -¿Nos encontrábamos luchando?- se preguntó dentro de su cabeza. Luego corrió desesperado corrió hasta la punta del acantilado. Pensó en tirarse. -He acabado con la vida de un ser humano. ¡No soy digno de vivir!- Pero algo lo detuvo. Junto a sus pies yacía una pequeña agenda. Leyó el texto dentro de ella. Se encontró extrañamente relacionado con este. La agarró entre sus manos. Su traje se hallaba mojado, no podría meter papel en este, menos un documento de tal calibre. Olvidó el querer morir y se devolvió en su caminó. Inconscientemente llego a las cenizas de su vieja cabaña. No pudo reconocerla aunque algo le hacia sentirse en casa. Arrojó la agenda en medio del suelo quemado y continuo su camino. Se sentía solo, no tenía a nadie junto a el. Ni siquiera sabia quien era.
En su soledad se vio convertido en un nómada. Caminó sin detenerse hasta llegar a un pueblo. La gente de este, con aspecto desgastado no le dieron una cálida bienvenida. Un hombre con ojos negros, una grotesca sonrisa le saludó. “Hola compañero, mi nombre es Jim, soy el comisario del pueblo” en su cadera se encontraban sus armas. “En este pueblo es un insulto no saludar, por cierto. ¿Donde esta tu ropa vago?” Desenfundó un revolver, le apuntó a la cabeza y agresivamente le grito “¿Que haces acá?” La verdad era que no lo sabia. “No te queremos acá. Lárgate, te daré 5 segundos para voltear he irte, al contrario, juro que disparare.” Dentro de el no sentía miedo alguno. Dio un paso al frente. “Mi vida no vale nada. Te desafió, no se quien eres, pero jamas podrías lidiar con el dolor que causa matar a alguien.” Acercó su cara al cañón y le sopló. “No estés tan seguro cabrón.” Apretó sus dedos y finalmente tiró del gatillo. Del cañón del revolver ya salía el humo de la explosión de la bala. El echo de este hizo que todo el pueblo saliera por sus ventanas a observar lo que ocurría. Dos hombres se encontraban en la calle. Uno a rodillas del otro. Observó al shérif. “Eres patético.” Le dijo y continuo caminando. Esta fue la ultima vez que la gente del pueblo presenció al extranjero y el ultimo día de vida de su guardián. El shérif estaba de rodillas mirando al sol con su revolver metido dentro de su boca y la parte trasera de su cabeza totalmente abierta. En su cadera faltaba su otro revolver.
Ignoró todos los ojos que violaban su privacidad. Continuó su camino sin detenerse ni una sola vez. Su próxima parada iba a ser en una aldea indígena. Cuando llego le recibió el chaman. Exclamaba que era un mal presagio y que se alejara de ellos. Sacó de su bolsillo su revolver y le disparó en el rostro. Todos los aldeanos quedaron aterrorizados boquiabiertos. Dos grandes hombres le agarraron por la espalda y le llevaron con su líder. Dentro de una de sus pequeñas cabañas estaba un hombre gordo, con el rostro pintado de rojo y azul, su piel morena se resaltaba por su destapada vestidura. En su cuello tenía como cañón lo que parecía como el cráneo de un pequeño halcón amarrado a una pita. “¿Tu insignificante humano, has matado a nuestro sacerdote? ¡Mereces la muerte!” le dijo el hombre gordo. El suicida todavía sujetado por los dos mastodontes con una voz tranquila y gentil le pregunto “¿Que piensas hacer?” Le golpeó en la cara. “Insolente forastero, morirás bajo mis manos.” En ese momento el indio intentó clavarle una larga lanza en el pecho del hombre. En la pared las sombras mostraban a 4 hombres, dos grandes agarrando a un hombre gordo y una figura alta y flaca con una lanza en sus manos. En sus ultimas palabras el líder dijo “Corran, es un demonio” Tosió, de su boca salió sangre y de sus ojos desapareció su alma. “Ya lo escucharon inútiles. ¡Muévanse!” Había perdido su chaleco. Se sentó en el trono del gordo y de su pecho colgaba un collar. El cráneo del halcón dormía en su pecho. Su nuevo protector. Con su mano dirigió las llamas que iluminaban el cuarto hacia el cadáver del fallecido incinerándolo. Y en su pecho se marcaron dos rayas azules, una a cada lado, comenzaban desde sus hombros hasta su cintura. En su espalda apareció un tatuaje que simulaba un cataclismo, este estaba pintado de color negro. Salió de la cabaña y encontró a todo el pueblo haciendo una venia en su honor. El hombre con la civilización en sus caderas, en su cuerpo el misticismo de lo mayas, en su pecho el poderío de su anterior líder y en su larga cabellera negra cual le llegaba hasta las cinturas la libertad. Era definitivamente un dios. Uno de los hombres se levantó y trató adorarlo pero cuando se encontraba a un metro de su nuevo dios un rayo cayó del cielo y lo cortó en dos. “Aléjense de mi, este acto es mi ultima advertencia.” les dijo a su supuesto pueblo. Todos asombrados por la muerte de su compañero se pusieron de pie. Desaparecieron en segundos. De nuevo se encontraba solo. Una vez mas abandonó con su corta estadía. Lamió su dedo y lo levantó al aire. Se dirigió con este. Caminó por grandes praderas. Su camino siempre recto. Conoció bastantes personas y a todas las castigó. Pronto se convirtió en una bestia. Ya no tenia nada de humano. Su cuerpo había sufrido muchas metamorfosis. Un día volvió a casa. La agenda todavía se encontraba intacta en el suelo. Al verla sintió un shock. Sus manos empezaron a temblar. Una tormenta lo rodeó. Empezó a tronar. Observó su viejo diario. Las paginas de este empapadas y con su tinta corrida se borro la fecha Marzo 13 2010 de este. Su metamorfosis empezó a revertirse. Poco a poco comenzó a perder todas sus habilidades. Su larga cabellera volvió a su tamaño normal, los tatuajes en su pecho y espalda se borraron, su collar de halcón se hizo polvo. Así sucesivamente hasta que de una vez lo perdió todo. Se encontró desnudo frente al lago donde solía pescar. Arrodillado ante este se dejo caer dentro de el. En ese momento despertó en su balsa. Sacó su diario de su bolsillo y anotó “Por última vez miré fijamente al sol.” Y continuó escribiendo hasta el anochecer.

La Ira

Una tenue luz iluminaba la catedral. Eran las once de la noche. Frente a el se encontraba lo que se convirtió en su condena. Escuchó el sonido de un relámpago. “Dios me perdone” susurró al viento. En sus pies se encontraba un cadáver. En su mano empuñaba su manchado sable. La alfombra manchada, nunca mas volvería a su color original. Giró su cabeza para ver la danza que hacía de las llamas. Sus ojos volvieron a los fallecidos cristales de su víctima. “Esa será mi conclusión.” le dijo. Se movió de lugar. Cada pisada manchaba el color blanco de la alfombra. Guardo su arma. Se sentó en el altar. “¿Pero que he hecho?” y cayó en desespero cubrió su rostro y gritó “¡Que he hecho!”. De nuevo escuchó el sonido de un relámpago.
Entró en sus memorias, un ultimo vistazo a la noche anterior, al paraíso, antes de recibir su condena. La fiesta de disfraces, los antifaces, los colores. La gran fiesta había empezado. Se encontraba en el salón principal del castillo. Muchos bailaban, otros platicaban, muchos otros reían y no hacía falta los instrumentos mágicamente tocados por prodigios de la música. Agarró una copa. “Es el espíritu mas fino que tu boca podrá saborear en toda tu vida.” Cuando volteó reconoció a su hermano. Llevaba un antifaz negro, este tenia unos colmillos cuales cubrían sus labios le combinaba con su atuendo negro. Inspiraba malicia. “Veo que por fin llegaste, Blanco.” Quedó paralizado por unas cuantas milésimas, su atuendo le aterró. Mientras lidiaba con el shock que le provocó su encuentro, el hombre de negro, el depredador rodeaba a su presa. Se detuvo detrás del hombre blanco y lo cogió de los hombros. Con un movimiento brusco acercó sus labios al oído de su hermano y le susurro: “estas apunto de divertirte mucho. ¿Lo sabes?” De inmediato el traje negro le soltó y desapareció dentro la multitud. -¿A que se refiere?- Se preguntó. Fue a sentarse en una silla que divisó a la lejanía. Esta fue ocupada por una mujer antes del hombre poder sentarse. Quedó mas perplejo he hipnotizado por su hermosura que la velocidad en la que se apodero de la silla. También llevaba un antifaz como todos en la fiesta, sin embargo era una mascara diferente, el blancor de esté rodeaba sus ojos azules, junto a estos caían unos hermosos rizos negros. Su blanca piel creaba el contorno perfecto entre éstos dos. Llevaba un vestido rojo, bordado de color dorado este le cubría desde sus pechos hasta sus pies. Su busto se encontraban abultado haciendo presencia junto con su majestuosa cadera y estrecha cintura. El escarlata de sus majestuosos labios, la delicadeza de estos al moverse para hablar le hechizó durante segundos. La mujer intentaba hablarle mientras este, estupefacto por su inmensa belleza solo podía mirarla. Cuando despertó del trance en que se encontraba se disculpó con la mujer. “Mi nombre es Leonardo de Asturias bellísima damisela. ¿Sería un pecado preguntarle vuestro nombre?” La mujer rió. “Me llamo Eliza de Valencia, un gusto en conocerle Leonardo.” y este repuso. “El gusto será mío ahora he infinitamente mío señorita” Cuidadosamente la tomó de la mano y mientras hacia una venia le beso esta. Ella no paraba de sonreírle. El caballero se puso de píe y le pidió una pieza de baile. La noche voló con Eliza de Valencia en sus manos.
Un rayo de sol yacía en sus ojos. Le despertó de un profundo sueño. Esperaba que lo ocurrido anteriormente no fuese parte de su estado inconsciente y se dio cuenta de esto cuando sintió otro cuerpo que estaba dormido en su cama. Volteó y pudo verla, ahí estaba ella. Una pequeña sonrisa se apoderó del rostro del hombre. Bajó su tendido se hallaba desnuda la mujer mas preciosa y hermosa del mundo entero. Se paró de la cama, miro por afuera de la ventana. El día era casi tan precioso como su amada. Volteó para asegurarse que ella verdaderamente estuviese ahí, inquieta he inconsciente de lo que ocurría se movió ligeramente de donde se encontraba en la cama y continuó soñando. Se bañó y se vistió. Se sentía como si literalmente hubiese tocado el cielo la noche anterior.
Acarició su cabeza, besó su frente. Y por última vez le hecho una mirada como su amada.
Salió a la calle. Su vida era perfecta ahora o eso creía.
Su vista se desvaneció pero podía escuchar en su cabeza voces que le gritaban lo falsa que era su amada.
Cuando su vista volvió se encontraba de nuevo en su cuarto. Abandonado, con una carta de Eliza confesando como el había sido un error para ella y como jamas fue su intención conocerle. Su vista una vez mas se desvaneció con lagrimas en su rostro. Escuchó como su hermano le comprobaba que ella solo lo había usado a su merced y como él solo había sido un juego para ella. Leonardo, encendido por su hermano sintió como la irá se apoderaba de el. El propio Lucifer estaba jugando con su cabeza. No pudo controlarse fue inútil, entre mas trataba de recuperar la cordura mas dementé se volvía. Perdió todo, en un acto lleno de odio, lo perdió todo.
Su vista volvió cuando se hallaba frente las puertas de una catedral inmensa. Estaba una tormenta se apoderaba del cielo y por doquier caían rayos. Relampagueaba y simultáneo a uno de estos vio como su bota, llena de furia pateaba las puertas. En el fondo arrodillada en el altar se encontraba Eliza rezando.
Volvió al presente. Sollozando por su acto sintió como un hombre vestido de negro lo cogía por los hombros. Cuando volteó de nuevo se encontró paralizado. Era su hermano una vez mas. “¿Te divertiste, Blanco?” Me preguntó. “¡Que haces aca!” le grite desesperado. “Que no ves que acabo de...” y se llevo las palabras de mi boca al verlo acercarse a mi víctima. Se acuclilló junto a ella la observó durante unos segundos y luego volteó y fijamente miro dentro de los ojos de Leonardo. “¿De esta sangre se haya manchada tu espada?” Preguntó mientras una carcajada se escapaba de su boca. Se paro y espero a que la ira se apoderara de Blanco una vez mas. “¡Calla! Bastardo, como te atreves a burlarte de mis penas.” Le gritó he instantáneamente se arrojó a golpear a su hermano. Este se movió un paso hacía el lado y Leonardo cayó en el piso. Se burló una ves mas con una carcajada y esperó a que su hermano se levantara. Leonardo completamente dominado por la ira se levantó y empuño su espada ensangrentada. Igualmente hizo el hombre vestido de negro. Se lanzaron el uno contra el otro y comenzó el duelo de espadas. Los dos nobles caballeros lucharon durante 30 minutos hasta que el reloj marco las doce. El hombre vestido de negro, cual cara todavía se hallaba escondida detrás del antifaz con una maniobra le privó a Leonardo de su espada y finalmente se la clavo en el pecho. Esté cayo de rodillas, mirando el rostro del vencedor que se hallaba parado privándole su privacidad. Se miraron a los ojos durante segundos. Los campanazos que anunciaban la media noche junto con los últimos latidos del corazón del vencido. El hombre vestido de negro le dio la espalda y lentamente se comenzó a caminar hacía la salida de la capilla y antes de dar el último paso antes de salir esté se desvaneció en el aire de la noche. Leonardo agonizando miró la empuñadura del arma que perforaba su pecho, esta era su empuñadura.