sábado, 24 de diciembre de 2011

Una historia mas de navidad.

Y de esta forma comenzó su día, desganado, enojado y en víspera de navidad. No podía entender este sentimiento que ahogada su cabeza y cegaba sus ojos. Solo sabía que se encontraba muy pero muy desolado. “Espíritu de navidad” escupió estas palabras de su boca mientras pronunciaba una burlona carcajada, “si claro, como si alguien creyese en eso.” se levantó de su cama, aun tenía el pantalón que había usado la noche anterior. No se sentía descansado, no se sentía nada mejor, estaba sufriendo la resaca emocional mas poderosa de su vida. Este era la clase de hombre que no podía vivir con incertidumbre, a pesar que su vida consistía en una gran masa de esta.
Se puso de pie y se dirigió a su cocina, rebusco por esta pero no encontró alimento alguno. Abrió la nevera y apenas diviso la tela que colgaba de esta la cerro con todas sus fuerzas. “Como si fuera el día de brujas.” Se dijo a sus adentros y continuó buscando algo que comer.
Se rindió al poco tiempo y decidió ir a tomar una ducha y así dentro de esta inundar todos los pensamientos que lentamente le asfixiaban y le torturaban en su interior. No lo logro, y salió de su ducha igualmente atormentado. Su teléfono comenzó a sonar y al contestar de este y mirar la pantalla de este totalmente rota no pudo hacer mas que alimentar mas ese sentimiento de miseria que le agobiaba. Intento ignorar este y contestó la llamada, en un intento desesperado por olvidar su cabeza.
“¡Jose! ¿Como te encuentras?” preguntó la voz dentro del auricular. Era Camilo, uno de sus amigos mas cercanos.
“No, hombre, ¿como te encuentras tu? ¿Como esta todo por tu casa?” le respondió este, con esperanzas de no tener que contestar la pregunta de su amigo.
“Pues por acá todos estamos bien, estamos emocionados de celebrar este día en familia, y tu que? ¿Como estas? ¿Que haras hoy?” y pensó en esquivar la pregunta de su amigo otra vez, sin embargo ya lo conocía, no pararía de preguntar, y el no era un hombre mentiroso.
“La verdad, para serte sincero me siento mal. Estoy bastante triste pero aún no puedo entender por que.” Replicó a lo que su amigo instantáneamente respondió “¿Que te paso hombre? ¿Que tienes?” y ahora se encontraba donde no quería estar. “Pues viejo, te confieso que no se que tengo, no se por que me siento así verdaderamente lo encuentro extraño.” Aunque no estaba siendo totalmente sincero, si sabía por que estaba así, solo que no quería platicar de este tema con su amigo, realmente no quería platicarlo en absoluto. “Debe ser por que la familia anda bastante lejos y debo estar sintiendo solo.” Esta vez decidió mentirle, y bueno la conversación continuó con su amigo muy amablemente invitándole a la cena con su familia y este desolado hombre rechazando esta oferta.
Al colgar el auricular el hombre se metió a su computador y platico con un par de sus amigos, les comentó lo que le estaba ocurriendo, esperanzado de no ser el único, pero al parecer era así y nadie podía realmente entenderle.
Decidió salir a comer algo, claro estaba que salir en víspera de navidad no era la mejor idea ya que los supermercados se encontrarían infestados de multitudes de personas buscando regalos, ingredientes para la cena de navidad, o buscando un lugar donde guardar su amargura.
Al cerrar la puerta de su apartamento solo tenía una cosa clara, aunque realmente no sabía que era, solo sabía que dentro de si estaba un mal presentimiento y esto le preocupaba. Entre agarrar el automóvil y caminar, prefirió caminar, necesitaba despejar su cabeza. Caminó por las calles pero se sentía en un día común y corriente. -¿Donde se quedo la navidad?- pensó y continuó caminando, miró dentro de las vitrinas de todos los locales que había a su alrededor y en ninguna encontró lo que buscaba.
Desesperadamente recorría el rostro de las personas que yacían en estas y ninguno le podía proporcionar esa chispa, por que una sonrisa en ninguno asentaba. Sacó su celular de su bolsillo y se detuvo. Se quedó mirando su pantalla y sintió como dentro de su cuerpo su estomago se estremecía. Estaba claro, debía ir a reparar de este o esta pena que colgaba de sus hombros no perdería su peso, o al menos eso pensó.
Continuó caminando por los locales que le proporcionaba la fría cuidad y decidió entrar a uno de estos. Miró a los ojos a la señora que se encontraba dentro de este.
“Buenos días señor.” le dio la bienvenida esta. “¿En que le puedo colaborar?”
Esperanzado le mostró su celular y le preguntó si esta podría ayudarle a repararle. Ella negó el poder hacerlo pero le dijo que se adentrara dentro del local y hablara con el técnico. Este se encontraba sentado en su silla con varios móviles del mismo estilo y bajo reparación. Le comentó de su caso y le entregó a este su celular, este reclamó poder arreglarlo pero que se demoraría un cuarto de hora, brevemente el hombre acepto y siguió a sentarse en la tienda.
Se encontraba solo con la señora dentro del local entonces decidió invadir la cabeza de esta al bombardearla con preguntas.
¿Que tal esta fecha? ¿Que te parece? ¿Con quien estarás? ¿Celebración en familia o en clubes?
Y pudo sacar de esta conversación lo que buscaba, el poder ver el trazo de una sonrisa en un rostro ajeno, ya que parecía que el suyo no lo haría mas. La reparación de su aparato no se hizo esperar mucho y en muy poco tiempo esta ya se encontraba preparado para salir del taller.
-¿Por que no le pedí uno a Santa Claus- sarcásticamente recitó dentro de su cabeza mientras continuaba con sus burlonas dolorosas y nada saludables carcajadas interiores.
Sintió un retorcijón en su estomago y se fue a un centro comercial a comer para satisfacer sus necesidades. Como lo había pensado anteriormente, estos se encontraban totalmente repletos de compradores. Y con su esperanza perdida decidió ignorar los rostros de las personas, aunque no obstante le fue imposible, y dentro de estos no encontró lo que con tanto desespero buscaba. Fue a cafetería y se sentó solo en una mesa, compró una hamburguesa y disfrutó de esta con todo el gusto.
Cogió la perilla entre sus dedos e introdujo la llave dentro de esta, la giró varías veces y ya se encontraba en casa. Arrojó las bolsas imaginarías de mercado sobre la mesa del comedor y se sentó en su sofá. La luz dentro del cuarto era bastante tenue, se percató de no haber abierto las cortinas, de igual manera no quería estar infestado de falsas esperanzas.
“Que día mas amargo.” se recito así mismo mientras recordaba las palabras de un amigo suyo. “Deja de traer las malas energías a tu vida y mírale el lado positivo a las situaciones.” “El lado positivo” dijo mientras expulsaba un aire de frustración.
Se acomodó en el sofá y cerró sus ojos por unos instantes. Trató de organizar las ideas dentro de su cabeza pero no podía. -Estoy rogando por algo que no existe- pensó, y ese era, esa era la razón por la cual su pesimismo lo consumía entre las llamas de la desesperación. Se levantó de su mueble y se dirigió al cuarto. Arrojó una pastilla que encontró dentro de su mesa de noche a los confines de su estomago, haciéndola viajar por los pasadizos de su esófago. Empezó a sentirse extraño. -Mi última escapatoria- pensó en los adentros de su cabeza, y de un momento a otro parecía ya nada importarle. En algún rincón de su conciencia podía sentir las lagrimas que la mascara que yacía como la expresión de sus ojos jamas revelaría. Y poco a poco entrando a los oscuros rincones de la demencia fue olvidando su realidad.
Y entre cordura y locura fue pateando las puertas que le aprisionaban a una imaginaría festividad mientras sintonizaba en otro hemisferio de su cabeza los recuerdos de su infancia y de sus otras navidades. Seguramente por eso se sentía tan solo, por que en navidad fue la única época en la que se le permitía ser niño de pequeño, y bueno, si esos recuerdos podían en su totalidad integrar la palabra infancia, por que a su opinión personal ningún recuerdo en su cabeza lo haría.
Dejando atrás su infestada cabeza se vio adentrado dentro de una jungla de colores e ideas. fue visitando dimensiones paralelas y otros mundos, mirando cuadros en exposiciones de arte y comentando acerca de libros, argumentando acerca de la situación mundial y relajándose en una playa. Todo lo que necesitaba en un viaje de 2 horas. Sentía frío aunque sus ojos miraban el cálido sol que se asentaba en el lejano cielo. En los rincones mas profundos de su cabeza escuchaba voces, unas reían, otras lloraban y otras gritaban con desesperación. Se vio sentado bebiendo vino con unos intelectuales en una mesa. Sus ojos resaltaban los colores de la ciudad y su cabeza maquinaba 300 millas por hora, una velocidad que ni Einstein podría manejar. El circuito de sus sentimientos perdió el camino y se trazaba aleatoriamente por la vía del engaño, creyendo recorrer una tranquilidad absoluta, basado en una desilusión camuflada.
Pero como todo auto de carreras este se detuvo y fue en el instante que golpeó la pared de la cordura. Cayó en unos matorrales y abrió sus ojos para ver dentro del cristal de una hermosa casa que estaba delicadamente vestida de festividad. Le era algo parecida esta casa, y en su cabeza sintió el ligero deja-vu. Golpeó su frente en el cristal y divisó dentro de esta la imagen con la ternura mas grande incrustada. Vio los rostros de los integrantes de una hermosa familia, y en sus rostros se hallaban pintadas las mas grandes sonrisas que el había visto en su vida. Vio un árbol de navidad lleno de regalos debajo de este. Los calcetines colgando de la chimenea, repletos de dulces. Vio el chocolate caliente, vio los niños, a sus hijos, vio el rostro de su esposa mientras que acariciaba la cabeza de estos. Mientras les besaba la frente, podía oler el pavo dentro del horno. La perfecta navidad, la festividad en un cuadro movible, vio entrar a su madre y a sus hermanos, cada uno con su pareja y sus hijos, y luego vio a un hombre entrar. Este se le acercó a su esposa y le besó los labios, los niños corrieron detrás de este y lo tumbaron al suelo, todos estaban llenos de carcajadas y sonrisas, carcajadas que a diferencia de la suya se encontraban totalmente llenas de alegría. No sabía quien era este misterioso hombre, ya que su semblante le era irreconocible en un principio. Luego se percato de una quien era. Y sus ojos le proyectaron una gota de agua cayendo en la helada nieve. Sintió el ardor de este recorrer su rostro, y volvió a mirar al hombre. Ese hombre de la gigantesca sonrisa era nadie mas ni nadie menos que el mismo. Y en ese instante la imagen que se cuadraba a su alrededor se tumbo como un castillo de arena, y vio como las cenizas le borraban el recuerdo de la familia que alguna vez tuvo y de lo mucho que pudo haber hecho si hubiera obrado mejor en un pasado. Después del efecto placebo que unas drogas le proporcionaron, su mente se negó en dejarle desviar su vista del castigo que se merecía. En ese instante gritó con todas sus fuerzas y abrió sus ojos para encontrarse en el mismo lugar desde donde había viajado hacía ya unas horas. Se encontraba de vuelta en su sofá, y a su sorpresa se encontraba rodeado por absolutamente nadie. Recordó a los fantasmas de la navidad y espero que su presente, su pasado y su futuro le visitasen, pero ninguno lo hizo, nadie lo hizo, por que nadie quería saber de el, no en este día, no en el próximo.
Y sin poder aguantarlo mas, esperó a las doce de la noche para celebrar noche buena.
Puso los cubiertos en la mesa, una vela y sirvió cuatro puestos, se puso un traje formal, ya que no quería que pudieran haber complicaciones, y decidió unirse a los suyos. Terminó de escribir lo que aparentemente sería su último cuento.
Colgó de lo mas alto de su habitación un nudo, se montó en una silla, y prosiguió a continuar con el destino programado por el historia que había servido en su comedor como cena de noche buena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario