lunes, 26 de abril de 2010

La Agenda

¨Por última vez miré fijamente al sol. Este día todo lo acabará. Las hermosas nubes yacían sobre el cielo azul. Lentamente se movían. Todas dirigidas hacía el horizonte. Envidiaba su libertad absoluta. Deseaba perderme en ese azul. Volar por este y nunca regresar donde me encontraba. Empecé a remar de vuelta a la costa. Llevaba suficiente comida para sobrevivir un mes entero. Arrojé mis cañas de pescar al lago, nunca mas necesitaría de ellas. “Este día todo lo cambiara” me dije. Llegué a tierra firme. Salté del bote. Apunte con mi revolver dentro de la pequeña balsa de madera y le dispare. Poco a poco vi a esta sumergirse y perderse en las profundidades del lago. Son las memorias de mis antepasados. Nunca volverán a flote. Hoy soy un hombre nuevo, el pasado se hundió en el océano. Llegue a mi cabaña. Entré en ella, me senté en mi cama. La observé durante varios minutos. “He vivido toda mi vida en esta casa, he sido un hijo para ella y ella una madre para mi.”
La última ves que volteé para verla, esta se encontraba totalmente en llamas. Hora de empezar a caminar una vez mas. Un largo caminó me esperaba y no había tiempo que perder. Me fui, con pasos largos emprendí el camino. Cada paso que daba se quemaba y se convertía en cenizas que serían barridas por el viento. ¿Que diría mi madre, que pensaría al ver a su hijo destruirlo todo? Ella es un pasado que de alguna forma u otra. ¡Malditas memorias! Pero ya no serán así nunca mas.¨
-Marzo 13 2010. 8:30 am.
Subió por un acantilado. Cerró los ojos, dejó que el viento acariciara su cara. Abrió sus ojos. Bajó su mirada, observó su infierno. Probablemente pensó que era lo que se merecía. Violentamente las olas golpeaban la tierra. Dio un paso atrás. Se quedo totalmente quieto. Luego violentamente dio dos pasos y salto de picada contra las rocas que se encontraban dentro del acantilado. Golpeó su cabeza con una grande roca. Un hombre vestido de blanco arriesgo su vida por salvar al hombre. Saltó dentro del agua nadó con la esperanza del salvar al hombre. El mar lo golpeó contra las rocas del acantilado rasgando su abdomen. Sin importar la furia del mar continúo nadando. Tinturó todo su recorrido hasta encontrar su objetivo. Le agarró con las manos y lo arrastró atreves del agua hasta llegar a la orilla. No iba a sobrevivir por mucho tiempo. Golpeó al hombre en la cara hasta que este despertó. Simultáneamente su salvavidas calló rendido, en la playa. Al levantarse el hombre herido pudo ver el cadáver de un hombre juntó a el.
“¿Quien soy?” le preguntó al aire. Podía sentir un peso en su espalda, un peso emocional.
El cadáver juntó a él se encontraba sin pulso alguno. “Dios mío, ¿que ha ocurrido?” Se preguntó en voz alta. Luego analizó la situación y con movimientos torpes se movió hacia atrás. “No, no puede ser. Yo no maté a este hombre.” Hablaba consigo mismo. Observó el machacado torso de su víctima, el perforado torso de este. Los dos se encontraban mojados. -¿Nos encontrábamos luchando?- se preguntó dentro de su cabeza. Luego corrió desesperado corrió hasta la punta del acantilado. Pensó en tirarse. -He acabado con la vida de un ser humano. ¡No soy digno de vivir!- Pero algo lo detuvo. Junto a sus pies yacía una pequeña agenda. Leyó el texto dentro de ella. Se encontró extrañamente relacionado con este. La agarró entre sus manos. Su traje se hallaba mojado, no podría meter papel en este, menos un documento de tal calibre. Olvidó el querer morir y se devolvió en su caminó. Inconscientemente llego a las cenizas de su vieja cabaña. No pudo reconocerla aunque algo le hacia sentirse en casa. Arrojó la agenda en medio del suelo quemado y continuo su camino. Se sentía solo, no tenía a nadie junto a el. Ni siquiera sabia quien era.
En su soledad se vio convertido en un nómada. Caminó sin detenerse hasta llegar a un pueblo. La gente de este, con aspecto desgastado no le dieron una cálida bienvenida. Un hombre con ojos negros, una grotesca sonrisa le saludó. “Hola compañero, mi nombre es Jim, soy el comisario del pueblo” en su cadera se encontraban sus armas. “En este pueblo es un insulto no saludar, por cierto. ¿Donde esta tu ropa vago?” Desenfundó un revolver, le apuntó a la cabeza y agresivamente le grito “¿Que haces acá?” La verdad era que no lo sabia. “No te queremos acá. Lárgate, te daré 5 segundos para voltear he irte, al contrario, juro que disparare.” Dentro de el no sentía miedo alguno. Dio un paso al frente. “Mi vida no vale nada. Te desafió, no se quien eres, pero jamas podrías lidiar con el dolor que causa matar a alguien.” Acercó su cara al cañón y le sopló. “No estés tan seguro cabrón.” Apretó sus dedos y finalmente tiró del gatillo. Del cañón del revolver ya salía el humo de la explosión de la bala. El echo de este hizo que todo el pueblo saliera por sus ventanas a observar lo que ocurría. Dos hombres se encontraban en la calle. Uno a rodillas del otro. Observó al shérif. “Eres patético.” Le dijo y continuo caminando. Esta fue la ultima vez que la gente del pueblo presenció al extranjero y el ultimo día de vida de su guardián. El shérif estaba de rodillas mirando al sol con su revolver metido dentro de su boca y la parte trasera de su cabeza totalmente abierta. En su cadera faltaba su otro revolver.
Ignoró todos los ojos que violaban su privacidad. Continuó su camino sin detenerse ni una sola vez. Su próxima parada iba a ser en una aldea indígena. Cuando llego le recibió el chaman. Exclamaba que era un mal presagio y que se alejara de ellos. Sacó de su bolsillo su revolver y le disparó en el rostro. Todos los aldeanos quedaron aterrorizados boquiabiertos. Dos grandes hombres le agarraron por la espalda y le llevaron con su líder. Dentro de una de sus pequeñas cabañas estaba un hombre gordo, con el rostro pintado de rojo y azul, su piel morena se resaltaba por su destapada vestidura. En su cuello tenía como cañón lo que parecía como el cráneo de un pequeño halcón amarrado a una pita. “¿Tu insignificante humano, has matado a nuestro sacerdote? ¡Mereces la muerte!” le dijo el hombre gordo. El suicida todavía sujetado por los dos mastodontes con una voz tranquila y gentil le pregunto “¿Que piensas hacer?” Le golpeó en la cara. “Insolente forastero, morirás bajo mis manos.” En ese momento el indio intentó clavarle una larga lanza en el pecho del hombre. En la pared las sombras mostraban a 4 hombres, dos grandes agarrando a un hombre gordo y una figura alta y flaca con una lanza en sus manos. En sus ultimas palabras el líder dijo “Corran, es un demonio” Tosió, de su boca salió sangre y de sus ojos desapareció su alma. “Ya lo escucharon inútiles. ¡Muévanse!” Había perdido su chaleco. Se sentó en el trono del gordo y de su pecho colgaba un collar. El cráneo del halcón dormía en su pecho. Su nuevo protector. Con su mano dirigió las llamas que iluminaban el cuarto hacia el cadáver del fallecido incinerándolo. Y en su pecho se marcaron dos rayas azules, una a cada lado, comenzaban desde sus hombros hasta su cintura. En su espalda apareció un tatuaje que simulaba un cataclismo, este estaba pintado de color negro. Salió de la cabaña y encontró a todo el pueblo haciendo una venia en su honor. El hombre con la civilización en sus caderas, en su cuerpo el misticismo de lo mayas, en su pecho el poderío de su anterior líder y en su larga cabellera negra cual le llegaba hasta las cinturas la libertad. Era definitivamente un dios. Uno de los hombres se levantó y trató adorarlo pero cuando se encontraba a un metro de su nuevo dios un rayo cayó del cielo y lo cortó en dos. “Aléjense de mi, este acto es mi ultima advertencia.” les dijo a su supuesto pueblo. Todos asombrados por la muerte de su compañero se pusieron de pie. Desaparecieron en segundos. De nuevo se encontraba solo. Una vez mas abandonó con su corta estadía. Lamió su dedo y lo levantó al aire. Se dirigió con este. Caminó por grandes praderas. Su camino siempre recto. Conoció bastantes personas y a todas las castigó. Pronto se convirtió en una bestia. Ya no tenia nada de humano. Su cuerpo había sufrido muchas metamorfosis. Un día volvió a casa. La agenda todavía se encontraba intacta en el suelo. Al verla sintió un shock. Sus manos empezaron a temblar. Una tormenta lo rodeó. Empezó a tronar. Observó su viejo diario. Las paginas de este empapadas y con su tinta corrida se borro la fecha Marzo 13 2010 de este. Su metamorfosis empezó a revertirse. Poco a poco comenzó a perder todas sus habilidades. Su larga cabellera volvió a su tamaño normal, los tatuajes en su pecho y espalda se borraron, su collar de halcón se hizo polvo. Así sucesivamente hasta que de una vez lo perdió todo. Se encontró desnudo frente al lago donde solía pescar. Arrodillado ante este se dejo caer dentro de el. En ese momento despertó en su balsa. Sacó su diario de su bolsillo y anotó “Por última vez miré fijamente al sol.” Y continuó escribiendo hasta el anochecer.

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