lunes, 26 de abril de 2010

La Ira

Una tenue luz iluminaba la catedral. Eran las once de la noche. Frente a el se encontraba lo que se convirtió en su condena. Escuchó el sonido de un relámpago. “Dios me perdone” susurró al viento. En sus pies se encontraba un cadáver. En su mano empuñaba su manchado sable. La alfombra manchada, nunca mas volvería a su color original. Giró su cabeza para ver la danza que hacía de las llamas. Sus ojos volvieron a los fallecidos cristales de su víctima. “Esa será mi conclusión.” le dijo. Se movió de lugar. Cada pisada manchaba el color blanco de la alfombra. Guardo su arma. Se sentó en el altar. “¿Pero que he hecho?” y cayó en desespero cubrió su rostro y gritó “¡Que he hecho!”. De nuevo escuchó el sonido de un relámpago.
Entró en sus memorias, un ultimo vistazo a la noche anterior, al paraíso, antes de recibir su condena. La fiesta de disfraces, los antifaces, los colores. La gran fiesta había empezado. Se encontraba en el salón principal del castillo. Muchos bailaban, otros platicaban, muchos otros reían y no hacía falta los instrumentos mágicamente tocados por prodigios de la música. Agarró una copa. “Es el espíritu mas fino que tu boca podrá saborear en toda tu vida.” Cuando volteó reconoció a su hermano. Llevaba un antifaz negro, este tenia unos colmillos cuales cubrían sus labios le combinaba con su atuendo negro. Inspiraba malicia. “Veo que por fin llegaste, Blanco.” Quedó paralizado por unas cuantas milésimas, su atuendo le aterró. Mientras lidiaba con el shock que le provocó su encuentro, el hombre de negro, el depredador rodeaba a su presa. Se detuvo detrás del hombre blanco y lo cogió de los hombros. Con un movimiento brusco acercó sus labios al oído de su hermano y le susurro: “estas apunto de divertirte mucho. ¿Lo sabes?” De inmediato el traje negro le soltó y desapareció dentro la multitud. -¿A que se refiere?- Se preguntó. Fue a sentarse en una silla que divisó a la lejanía. Esta fue ocupada por una mujer antes del hombre poder sentarse. Quedó mas perplejo he hipnotizado por su hermosura que la velocidad en la que se apodero de la silla. También llevaba un antifaz como todos en la fiesta, sin embargo era una mascara diferente, el blancor de esté rodeaba sus ojos azules, junto a estos caían unos hermosos rizos negros. Su blanca piel creaba el contorno perfecto entre éstos dos. Llevaba un vestido rojo, bordado de color dorado este le cubría desde sus pechos hasta sus pies. Su busto se encontraban abultado haciendo presencia junto con su majestuosa cadera y estrecha cintura. El escarlata de sus majestuosos labios, la delicadeza de estos al moverse para hablar le hechizó durante segundos. La mujer intentaba hablarle mientras este, estupefacto por su inmensa belleza solo podía mirarla. Cuando despertó del trance en que se encontraba se disculpó con la mujer. “Mi nombre es Leonardo de Asturias bellísima damisela. ¿Sería un pecado preguntarle vuestro nombre?” La mujer rió. “Me llamo Eliza de Valencia, un gusto en conocerle Leonardo.” y este repuso. “El gusto será mío ahora he infinitamente mío señorita” Cuidadosamente la tomó de la mano y mientras hacia una venia le beso esta. Ella no paraba de sonreírle. El caballero se puso de píe y le pidió una pieza de baile. La noche voló con Eliza de Valencia en sus manos.
Un rayo de sol yacía en sus ojos. Le despertó de un profundo sueño. Esperaba que lo ocurrido anteriormente no fuese parte de su estado inconsciente y se dio cuenta de esto cuando sintió otro cuerpo que estaba dormido en su cama. Volteó y pudo verla, ahí estaba ella. Una pequeña sonrisa se apoderó del rostro del hombre. Bajó su tendido se hallaba desnuda la mujer mas preciosa y hermosa del mundo entero. Se paró de la cama, miro por afuera de la ventana. El día era casi tan precioso como su amada. Volteó para asegurarse que ella verdaderamente estuviese ahí, inquieta he inconsciente de lo que ocurría se movió ligeramente de donde se encontraba en la cama y continuó soñando. Se bañó y se vistió. Se sentía como si literalmente hubiese tocado el cielo la noche anterior.
Acarició su cabeza, besó su frente. Y por última vez le hecho una mirada como su amada.
Salió a la calle. Su vida era perfecta ahora o eso creía.
Su vista se desvaneció pero podía escuchar en su cabeza voces que le gritaban lo falsa que era su amada.
Cuando su vista volvió se encontraba de nuevo en su cuarto. Abandonado, con una carta de Eliza confesando como el había sido un error para ella y como jamas fue su intención conocerle. Su vista una vez mas se desvaneció con lagrimas en su rostro. Escuchó como su hermano le comprobaba que ella solo lo había usado a su merced y como él solo había sido un juego para ella. Leonardo, encendido por su hermano sintió como la irá se apoderaba de el. El propio Lucifer estaba jugando con su cabeza. No pudo controlarse fue inútil, entre mas trataba de recuperar la cordura mas dementé se volvía. Perdió todo, en un acto lleno de odio, lo perdió todo.
Su vista volvió cuando se hallaba frente las puertas de una catedral inmensa. Estaba una tormenta se apoderaba del cielo y por doquier caían rayos. Relampagueaba y simultáneo a uno de estos vio como su bota, llena de furia pateaba las puertas. En el fondo arrodillada en el altar se encontraba Eliza rezando.
Volvió al presente. Sollozando por su acto sintió como un hombre vestido de negro lo cogía por los hombros. Cuando volteó de nuevo se encontró paralizado. Era su hermano una vez mas. “¿Te divertiste, Blanco?” Me preguntó. “¡Que haces aca!” le grite desesperado. “Que no ves que acabo de...” y se llevo las palabras de mi boca al verlo acercarse a mi víctima. Se acuclilló junto a ella la observó durante unos segundos y luego volteó y fijamente miro dentro de los ojos de Leonardo. “¿De esta sangre se haya manchada tu espada?” Preguntó mientras una carcajada se escapaba de su boca. Se paro y espero a que la ira se apoderara de Blanco una vez mas. “¡Calla! Bastardo, como te atreves a burlarte de mis penas.” Le gritó he instantáneamente se arrojó a golpear a su hermano. Este se movió un paso hacía el lado y Leonardo cayó en el piso. Se burló una ves mas con una carcajada y esperó a que su hermano se levantara. Leonardo completamente dominado por la ira se levantó y empuño su espada ensangrentada. Igualmente hizo el hombre vestido de negro. Se lanzaron el uno contra el otro y comenzó el duelo de espadas. Los dos nobles caballeros lucharon durante 30 minutos hasta que el reloj marco las doce. El hombre vestido de negro, cual cara todavía se hallaba escondida detrás del antifaz con una maniobra le privó a Leonardo de su espada y finalmente se la clavo en el pecho. Esté cayo de rodillas, mirando el rostro del vencedor que se hallaba parado privándole su privacidad. Se miraron a los ojos durante segundos. Los campanazos que anunciaban la media noche junto con los últimos latidos del corazón del vencido. El hombre vestido de negro le dio la espalda y lentamente se comenzó a caminar hacía la salida de la capilla y antes de dar el último paso antes de salir esté se desvaneció en el aire de la noche. Leonardo agonizando miró la empuñadura del arma que perforaba su pecho, esta era su empuñadura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario