martes, 27 de abril de 2010

Viejos Recuerdos

-Tengo una manía. Si, es eso, como ninguna otra. Destruyo, no se por que lo hago, y no lo quiero hacer. Pero siempre que tengo algo bonito lo destruyo. Un pensamiento, una relación, una amistad. Intento no hacerlo pero fracaso, no se que ocurre. ¿Serán esos momentos repentinos de locura? ¿Serán recuerdos, memorias, costumbres? No lo se. Ese impulso, ese impulso dominante, siempre esta ahí, querer escapar, querer quedarme, querer correr. Nadie lo comprende, ¿Como lo harían? Es algo mío, mío mío, solo mío. En ese momento de locura entró en trance. ¿Un encuentro mental conmigo mismo? Una reunión familiar dentro de mi cabeza. Pero cuando se haya en conflicto es difícil tomar el control. Todo se agita y al final de cuentas ya nada importa. ¿Por que lo haría si el orden esta perdido? Es el perfecto ejemplo de la persona que no arregla su habitación. Podrán decir: “A mi me gusta vivir así” o “es que no me importa”. Claro que importa, el orden lo es todo. ¿Que podría decir un hombre cual casa esta hecha un cochinero? El éxito esta en el orden. Y no existe peor desorden que el desorden mental, un debate mental, es una declaración justa. ¿Por que? Divide la mente en partes, estas partes pueden llamarse personalidades, casa personalidad opina diferente. Siendo un hombre bastante agresivo empeora las cosas ya que estas personalidades suelen luchar una contra otra. ¡Todas, y no se callan! Aveces me siento solo, aveces me siento acompañado, pero siempre es adentro. Cuando estoy solo quiero quedarme, que alguien me busque y me necesite, por otra parte cuando me siento acompañado quiero correr. ¡Es horrible! No terrible, aguantable y confuso. Puede ser divertido, o puede no serlo, es la división de personalidades. Ser una hormiga, o un juguete, es reemplazable, eso lo veo fuera de mis ojos. Veo gente acusar a otra de las mismas manías, afortunadamente nadie conoce la mía. Es personal, dentro, dentro dentro, muy adentro, donde nadie ha llegado. El fondo del vaso jamas será tocado. ¡Pregunto! ¿Como puede alguien tocar simultáneamente el fondo de múltiples vasos? Nadie puede hacerlo, ya es bastante difícil, muy imposible, poco probable tocar el de un vaso, ahora pensemos en dos. Enigmas, es una hermosa palabra. Ahora, piensas en alguien. Hoy la miras bien, mañana la miras mal, pasado mañana te da igual. Cada día puede ser diferente. Es un mute de pensamientos, es un remolino de ideas, es un caos de sentimientos. Pensar y pensar, vivir pensando, analizando situaciones y recuerdos. “¿Que sería de si” Mirar al lago, eliminar colores, negro y blanco. ¿Favorito? ¿Para que? Todo esta bien así cada cosa es un complemento de otra. No tengo complemento.-
Agachó su cabeza después de uno de sus muchos análisis. Era cierto, con una mente imposible de apaciguar y creyendo tener los problemas que no tenía este joven se desplazaba por el mundo.
-Debo eliminar esa parte de mí.- Pensó -debo crear un nuevo yo.-
Ya llevaba bastantes intentos, aunque no recordaba ninguno, o si lo hacía ignoraba ese hecho. ¿De donde vendría toda esa soledad? Tenía miedo mucho miedo.
Entró a su casa. Su guarida, la había limpiado esta mañana. ¿Eso le hacía sentirse menos vació?
“He vuelto casa.” saludó al vació. Eran las doce del día. Tenía mucha hambre. Pensó que cocinar.
-Puedo hacer pasta, es posible. Pero mejor carne, una carne asada con ... Tengo pollo, mucho pollo. ¿Debería gastarlo? ¡Pero que sorpresa, si también hay pescado!- De nuevo un debate. Se paró frente a su nevera mirándola perplejo, se dio cuenta de todo el proceso que había hecho y finalmente la cerró. “No tengo hambre” se dijo a si mismo. Salió al balcón de su casa. Este poseía una bellísima vista al mar. Se sentó en una silla que siempre tenía ahí. Miró las olas, el movimiento del mar, como despreocupadamente este golpeaba la tierra una y otra ves, sin preocupaciones, sin pensarlo. Se encontró mirándolo, sumido en un sueño. Sus oídos escuchaban el golpeteo de las olas y su mente viajaba de vuelta al pasado.

La época de su familia. De vuelta a su niñez.
“Papa, ¿A donde van las olas después de golpear la playa?” Preguntó el infante. “Calla tonto, las preguntas son para los ignorantes.” respondió su padre.
Se encontraban en un bote a unos 200 metros de la playa, pescando.
El niño miró al piso y agarró la caña en sus manos con mas fuerza.
Miró al cielo azul, tenía tantas preguntas, pero muy pocas respuestas. Volteó hacía su padre, este se encontraba mirando al mar concentrado. Luego los ojos de este voltearon y penetraron a los de su hijo. “¿Que quieres mocoso?” el niño quedo paralizado, quiso responderle pero no pudo, se le hizo un nudo en la garganta. Terminó balbuceando. “Si, eso es lo que te ha enseñado tu madre. A decir estupideces, eres inútil, ahora calla que vas a espantar a los peces.
Su mente se puso en negro, una nueva memoria.
Abrió los ojos una ves mas dentro de su mente. Su madre esperando en la costa, quería correr hacía ella y abrasarla. Su padre la miraba con despreció. El no podía comprender la expresión en el interior de los ojos de su padre. Este volteó, lo miró de reojo, la misma expresión de desprecio, gruñó asomando sus dientes y luego continuó mirando su destino, su hijo no le interesaba mucho. El bote daba ligeros saltos. Cuando por fin encalló en la playa su padre se bajo y lo amarró al muelle. El niño saltó del barco en busca de los brazos de su madre. Corrió hacía ella y cuando se encontró dentro de estos escucho en el fondo el despreció de su padre. “Eso María, has que el niño se vuelva el maricón, que no sepa defenderse y se vuelva una nena consentida.” Ninguno de los dos respondió, y ¿Como hacerlo? No existía una respuesta a tal declaración, no en ese momento.
Miró hacía el sol y la luz lo cegó durante segundos, cuando bajó su mirada se encontró solo, parado en la playa sin su madre. Había crecido unos cuantos centímetros, sus pies eran mas grandes y tenía el pelo largo. -A donde se irán las olas después de golpear la playa- se preguntó. Miraba al mar con tanta curiosidad. Todavía era un muchacho bastante curioso. Se encontraba parado bajo la sombra de una palma, decidió sentarse. -¿Donde estará mamá?- se preguntó. Había crecido para darse cuenta que su madre era sagrada para el. En ese momento llegó su padre. “¿Que haces perdedor? ¡Deja de pensar tanto y a trabajar! Estas malgastando tu tiempo y el mío. ¡Párate sabandija!” Le gritó, el niño no respondió y después de unos segundos se encontró golpeado por su padre. “¡He dicho que despiertes inútil!” exclamaba este. Se abstuvo de responderle, esto enojó mas a su padre. Le agarró del cuello de su camisa y lo levantó del suelo. El hijo seguía sin mirarle a la cara. “¡Obedece holgazán!” con dureza le agitó durante minutos hasta que lo arrojó a la arena con toda su fuerza. “¿Para eso sirves? ¡Maldito inservible!” luego continuó caminando por la dirección a la que se dirigía desde un principio.
De la sombra que rodeaba los ojos del joven nació una lagrima que rasgó su mejilla.
El color de la arena invadió sus ojos le cegó.
Se encontraba en su cuarto, sentado en la cama con sus brazos entre sus piernas. La expresión en sus ojos demostraba tortura. Su brazo izquierdo temblando. Pensando. Cada segundo pensando, el por que de tantas preguntas. ¿Que le pasa a mi padre? ¿Por no esta lloviendo? ¿Donde esta mi madre? ¿Que hora es? ¿Por que mi madre no ha dejado a mi padre? ¿Quien soy? ¿Donde estoy? ¿Hay alguien para mi? Y entre estos pensamientos y su exterior no existía mucha diferencia. Mientras todo dentro de su cabeza era un gran desorden fuera de esta. “¡Silenció mujer!” gritó la voz de un hombre. “Pero Jaime, entiende que...” y sin poder terminar su oración “¡He dicho que silencio!”
-Gritos, en esta casa, todo, todo son gritos, nada mas, solo gritos- Pensó
Sumido en sus pensamientos despertó en una noche con lluvia.
Escuchó un golpe. Se sintió asustado, salió de su cuarto. Ya se había empezado a rebelar al poderío de su padre, su mandato autoritario. Escuchó otro golpe, este provenía de la puerta de la casa. Empezó a escuchar una sollozar. Miró como el cuarto de sus padres se encontraba medio abierto. Entró a este, su madre se encontraba en el piso aguantando las lagrimas. La miró a los ojos y vio como esta se derrumbaba y liberaba sus lagrimas. Esta fue abrazarlo pero el no lo permitió. “Madre, nuestro castigo termina ahora.” le dijo a su madre. “No, ni lo pienses, mijo. ¡No lo hagas! ¡Devuélvase!” este ignoro las palabras de su madre y salió en la lluvia a buscar al sabandija de su padre.
La lluvia le cegó durante segundos. Cuando aclaró su vista.
“¡Por fin! ¡Dios llevo tanto tiempo pidiendo que este día llegase!” Su padre se encontraba a unos metros de distancia mirándolo. “Calla viejo” grito su hijo “Este es el día en el que por fin te callas la boca, cucho sin suerte”. Le hervía la sangre. “¿Probaras ser hombre? ¡Ven que te estoy esperando!” El hijo retrocedió un paso y luego empezó a correr hacía su padre lleno de ira. Con cada uno de sus pasos la tierra temblaba y en la distancia se escuchaba una gran estampida. Toda la ira, la agonía y el odio que había guardado en su cuerpo por la culpa de su padre iba a ser devuelto. El viejo parado con una sonrisa malévola tranquilamente esperando la furia de su hijo.
Despertó del sueño total, miro a su alrededor, las olas se hallaban apaciguadas. Se paró de la silla donde se encontraba. Tenía lagrimas en sus ojos. Esa había sido la ultima vez que había visto a su padre desde. ¿Ya hace cuanto tiempo?
“Nunca podré librarme de mis recuerdos” se dijo a si mismo. Miró al reloj, eran las cuatro de la tarde. “Perfecto” se dijo así mismo. Fue a su gaveta y sacó su revolver y se encaminó a la playa. Cuando llego a esta se montó al viejo muelle de sus memorias. Llego a la punta de este y se encontró a unos cuantos metros de la playa. Desenfundó su revolver. Inhaló aire. Apuntó con el cañón de este el costado de su cabeza. Dejo que una lagrima dividiera sus mejillas. “¡Bang!” gritó una voz familiar detrás de el, seguido por una carcajada. El joven bajó el revolver y volteó, vio a un hombre de barba blanca y aspecto tosco mirarlo, reconocía esa cara, esa malévola sonrisa yacía en su rostro. La cara del joven ya se encontraba invadida por el asombro con sus ojos y boca totalmente abiertos. “Mocoso, tu siempre me decepcionas” le dijo su padre. Extrañamente se sintió acompañado.

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